Hizo una pausa de unos segundos y cuando retomó la palabra tanto su tono como la expresión de sus ojos se habían vuelto más severos.
—No podemos poner en peligro esta asociación, sólo por el hecho de que no puedas mantener las manos lejos de una americana plebeya.
Peter dejó que otro sorbo de brandy le calentara la garganta y el cuerpo, mientras trataba de relajar la mandíbula y no faltarle el respeto a su madre.
—Conozco mis responsabilidades, madre. No tienes que preocuparte por Paula. Lali es una mujer encantadora, pero no es ninguna amenaza para mi compromiso. Créeme.
—Me alegra oírlo, pero por si cambias de opinión o la señorita Espsosito pasa a ser una despreocupada diversión mientras esté aquí con nosotros, tengo algo que creo que deberías ver.
Con esas palabras, metió la mano entre el sillón y el cojín y sacó una hoja de papel doblada. Se la entregó a Peter y se reclinó nuevamente, aguardando la reacción de su hijo con todo su regio porte.
El desdobló el papel y se encontró con un artículo de periódico con la foto de Lali. A cada lado de su foto había otras dos recortadas de forma irregular.
El titular acusaba a Lali de haber separado al hombre y a la mujer que aparecían en las otras fotografías, de haber arruinado un feliz hogar. Leyó por encima el texto, en el que Lali aparecía retratada como una mujerzuela taimada y egoísta, sin reparos en vivir una tórrida aventura con un hombre casado, padre de dos hijos.
—Ella no es una de nosotros, Peter —dijo la reina—. Formó un escándalo en su país y avergonzó a su familia con su promiscuidad. No necesitamos que nos haga lo mismo a nosotros.
Peter se puso tenso en respuesta al contenido del artículo y la advertencia prepotente de su madre, pero al final se relajó. Aquel descubrimiento sobre la vida de Lali lo había sorprendido, pero no le importaba lo más mínimo. Y desde luego no le había hecho cambiar respecto a su deseo de llevársela a la cama, pese a las advertencias de su madre.
—Comprendo tus temores, madre, pero creo que estás dando demasiada importancia a la visita de Lali. Sólo estará aquí un mes y sólo para ocuparse de las organizaciones benéficas de la isla. Nada más.
La reina enarcó una ceja, pero guardó silencio, como dejándole claro que no se creía ni una palabra. Pero su vida seguía siendo suya, y hasta que no jurara sus votos matrimoniales con la princesa Paula, no le debía explicaciones a nadie.
Dobló cuidadosamente el artículo de periódico y se lo guardó en el bolsillo de la chaqueta, se levantó y dejó el vaso vacío en el aparador, después volvió al sillón en el que estaba sentada su madre y se inclinó a darle un beso en la mejilla.
—Buenas noches, madre. Hasta mañana.
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