Wednesday, December 9, 2015

capitulo 38

—Gracias por haber sido la compañera perfecta durante la cena, y por todo el trabajo que estás haciendo para el hogar infantil. Sabía que traerte sería un acierto. Entonces salió de la habitación con una enorme sonrisa y se alejó caminando despreocupadamente pasillo abajo. Segundos después, oyó el golpe de la puerta al cerrarse y su sonrisa se ensanchó aún más. Lali Esposito era una mujer ardiente y apasionada con un fuerte temperamento. Tal vez pensara que se lo había quitado de encima, que podría mantenerlo a raya, pero su reticencia no había hecho más que intrigarlo todavía más. A lo largo de las siguientes dos semanas, Lali trató de evitarlo todo lo posible, y lo trataba con seriedad profesional cuando no podía. Peter, por su parte, hacía todo lo posible por quedarse a solas con ella siempre que tenía ocasión, por tocarle la mano, el brazo o la mejilla y persuadirla para que bajara la guardia y lo invitara a su habitación y a su cama. Pero hasta el momento, se había mantenido firme en su determinación y no se había dejado seducir. Aunque tenía que admitir, por lo menos para sí, que no le estaba resultando fácil. Peter era casi irresistible. Era atractivo y encantador, y si no le hubiera pedido que se acostara con él de aquella manera tan fría cuando se conocieron en Texas, algo que seguía pareciéndole de lo más arrogante, probablemente ya se hubiera dejado seducir a esas alturas. Triste, pero cierto, por no decir irónico. Si se hubiera molestado en cortejarla desde el principio, habría conseguido lo que se proponía. Muchos hombres la consideraban hermosa, algo que a veces era una verdadera maldición para ella, pero desde luego no era dócil. Y además estaba la sensación de culpa permanente y la humillación provocada por el escándalo que había estallado en torno a ella en Texas. Había llamado a su casa varias veces desde su llegada a Glendovia y todos y cada uno de ellos le había preguntado a su hermana cómo iban las cosas. Lali había admitido que la gente seguía hablando, pero que los periodistas habían dejado de montar guardia en la puerta de su casa. Sin embargo y pese a que la atención se hubiera disipado un poco, Lali sabía que había hecho bien en alejarse de la ciudad. Y estaba más decidida que nunca a no volver a ser la comidilla del barrio. Se lo iba recordando con firmeza una vez más, mientras bajaba al vestíbulo. En el tiempo que llevaba como invitada de la familia real, la decoración del palacio había pasado de prolijamente opulenta a sencillamente desbordante, conforme se acercaban las fiestas de Navidad. Habían adornado la escalinata con guirnaldas de acebo y hiedra que se enroscaban a todo lo largo del pasamanos. Coronas inmensas colgaban a amboslados de cada una de las puertas de entrada. Y en el centro del vestíbulo se erguía un gigantesco pino, cubierto con adornos de oro y presidido por un angelito, también dorado, en lo más alto.

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