Wednesday, December 9, 2015

capitulo 37

Peter no apartó las manos de los pechos de ella, sus dedos seguían rozando los rígidos pezones. Sus ojos resplandecían como dos esmeralda a la luz del fuego, rebosantes de una pasión no menos intensa que momentos antes. ¿Es que no se había dado cuenta de que se había apartado de él o estaba tan cegado por la pasión como ella hasta hacía unos segundos? Fuera como fuese, tenía que detener aquello, tenía que dejarle claro que lo que acababa de ocurrir entre ellos era un error. Uno monumental que no podía, no debía, repetirse. —Para —jadeó ella. —¿Qué ocurre? —preguntó él con voz igualmente entrecortada. Aunque dejó caer los brazos a lo largo de los costados, tuvo que apretar los puños, traicionando así la tensión que palpitaba en su interior. —Esto no va a ocurrir —dijo ella, aunque con un tono mucho menos firme de lo que le habría gustado. Todavía en las rodillas de Peter, se separó un poco más, temerosa de que la abrazara nuevamente porque no estaba tan segura de que pudiera resistirse mucho más. Peter arqueó una ceja. —Pues a mí me ha parecido que íbamos por muy buen camino —respondió él. Sin mirarlo, se levantó. —Ya te he dicho que no había venido a Glendovia a convertirme en tu última conquista. Estoy aquí por motivos estrictamente laborales. Este beso ha sido un error. Jamás debería haber ocurrido, y no volverá a ocurrir. Las cosas se han descontrolado un poco sólo porque estoy cansada y había bajado la guardia. Pero Peter no estaba dispuesto a irse todavía. Se puso en pie también y entonces le tocó el codo, acariciándolo por encima del tejido de satén de la manga. —Podría quedarme —susurró seductoramente—, y asegurarme de que descanses y disfrutes. Que disfrutes mucho. El brillo que Peter captó en los ojos de Lali, le dijo que se había extralimitado. Lali se zafó de él y se escabulló a abrir la puerta, esperando, rígida y con cara de pocos amigos, a que Peter saliera. —Buenas noches, alteza —dijo con un tono un tanto desprovisto de respeto. Si no fuera un hombre paciente, decidido a salirse con la suya, tal vez se hubiera ofendido. Pero era un hombre paciente, y sabía que presionándola no sacaría nada de ella. Sería mejor tomarse las cosas con calma, cortejarla y seducirla debidamente. —Hasta mañana entonces —dijo él con cortesía, colocándose frente a ella sin dar señales de sentirse molesto por su actitud. Aunque permanecía rígida, Peter le tomó la mano y le dio un tierno beso en el dorso.

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