Wednesday, December 9, 2015

capitulo 35 y 36

—¿Quieres ir a la cama? A punto estuvo de contestar que sí, antes de que su brumoso cerebro identificara el peligro implícito en la pregunta. —Muy listo —dijo ella riéndose. Se sentía tan relajada que encontraba divertido el intento de Peter de atraparla—. Pero aunque quiera irme a la cama… en algún momento… no me iré contigo. —Es una pena. Aunque siempre nos quedará mañana. Allí estaba otra vez, aquel tono suyo relajado y engatusador. La voz que le espesaba la sangre y provocaba una cálida sensación de hormigueo en zonas de su cuerpo que preferiría que no reaccionaran así a su presencia. —No he venido aquí para eso —respondió ella, con calma. Lo tenía a escasos centímetros de ella, acariciándole las mejillas y las pestañas con su cálido aliento. Su boca se le antojaba increíblemente incitante, sexy y apetecible. Seguro que un pequeño beso no le haría ningún daño. Sólo un besito para satisfacer su creciente curiosidad. No era un paso inteligente por su parte. De hecho, era ridículo. Pero antes de que decidiera si podía permitirse un momentáneo lapsus de cordura, Peter tomó la decisión por ella.«Oh, Dios mío». Peter sabía a vino y a las fresas y la nata que habían comido con el postre, envuelto todo ello en el sabor del café que habían tomado después. Dulce, ácido y ahumado a la vez. Era una mezcla embriagadora, pero nada en comparación con la sensación de tener su lengua dentro de la boca, saboreándola, acariciándola, reclamándola. Tenía las manos apoyadas sobre los hombros y el comienzo del cuello de Lali, de forma que pudo tirar ligeramente de ella para hacer que se levantara. Lali no estaba muy segura de cómo había ocurrido todo, no recordaba haberse movido, pero de pronto se encontró en las rodillas de él, el pecho unido al torso de él, besándolo con el mismo fervor. Mientras él le acariciaba la parte superior de los brazos, ella se aferraba a su camisa, sujetándose y tirando de él para pegarse más. Sus pechos estaban aplastados totalmente contra el torso de él, pero aun así pudo notar cómo se le erizaban los pezones. Se le formó una sensación de fuego en la parte inferior del vientre, y el corazón empezó a latirle con tanta fuerza que le atronaban los oídos. Se había equivocado al tratar de mantener las distancias con él, y también al intentar convencerse de que aquel hombre no le interesaba. Aquel hombre estaba muy excitado, era fuerte y seguro de sí mismo, y despertaba en ella sentimientos que jamás había sentido antes, al menos en ese grado. Sus dedos ascendieron hasta enredarse en las puntas de su sedoso cabello. Besándose, con los cuerpos pegados todo lo humanamente posible sin desprenderse de la ropa, pero así y todo ella tiró de la nuca de él para profundizar más aún en el beso. Peter dejó escapar un gemido al tiempo que deslizaba las manos sobre sus senos y ahuecaba las palmas contra ellos, valorando su plenitud y su peso antes de empezar a acariciarle los pezones con los pulgares. Fue un leve roce, pero profundamente erótico, más aún porque fue como si le estuviera acariciando los pezones directamente por lo fino que era el tejido de su camisón y su bata, y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Al empezar a removerse entre sus manos, una de sus rodillas chocó contra la taza de café que Peter había apartado del borde. El tintineo de la porcelana la sobresaltó, sacándola de la bruma de la pasión y la excitación. Se apartó de él ligeramente, rompiendo así el beso, pese a que su cuerpo le gritaba que buscara aquellos labios de nuevo. Respiraba entrecortadamente, le temblaban los brazos y las piernas, débiles como nunca antes los había sentido. Santo Dios, ¿qué había estado a punto de hacer? ¿Cómo podía haberse dejado llevar de esa forma sólo con un beso?

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