Peter la miró de arriba abajo cuando volvió a aparecer en el salón y Lali se puso colorada cuando sintió los ojos del hombre clavados en su jersey. Ponerse algo más atractivo después de su corilentario debía haberlo confirmado en su idea de que estaba loca por él.
En la calle los esperaba una limusina y Lali se acomodó en el lujoso asiento de piel.
-Tienes suerte de que no haya llamado a la policía -dijo Peter con una mirada de advertencia-. Mi hermana es muy rica. Si no hubiera descubierto que había venido contigo a Londres, habría sospechado que era un secuestro.
-Por última vez, yo no sabía que Euguenia tenía dieciséis años -insistió Lali.
-¿Y no es extraño que con vuestra diferencia de edad os lleveis tan bien? Eso debería decirte algo. Lali decidió ignorar la ironía.
-¿La madre de Euguenia ha venido contigo?
-No. A Beatriz no le interesa mucho su hija.
-¿Por qué?
-Beatriz era la segunda mujer de mi padre y mucho más joven que él -contestó Peter-. Cuando mi padre murió, volvió a casarse y...
digamos que tuvo algunos problemas.
-¿Qué quieres decir?
-Beatriz y su nuevo marido tenían la responsabilidad de administrar los fondos de mi hermana, pero diversas irregularidades hicieron que el consejo de administración cambiase de testaferros cuando Euguenia tenía nueve años -explicó Peter, con aquella sonrisa irritantemente irónica-. Cuando Beatriz vio que no podía tocar el dinero de su hija, dejó de interesarse por ella y la envió a un colegio inglés.
-Sabía que Euguenia y su madre no tenían mucha relación, pero...
-Beatriz no podía soportar tener una hija con más dinero que ella. Aunque su marido es el propietario de una empresa de construcción y no son precisamente pobres.
-¿Tenías mucho contacto con Euguenia cuando estaba en el colegio?
-No demasiado porque Beatriz no lo permitía. Pero cuando la expulsaron temporalmente del colegio... -¿Qué hizo?
-Fue a un club nocturno y le hicieron unas fotografías que salieron en todos los periódicos de Guatemala -contestó él-. Beatriz dijo que no podía hacerse cargo de una hija tan rebelde y me la envió a mí. Pero cuando la suspensión terminó, Euguenia se negó a volver al colegio.
-Por eso discutiáis -murmuró Lali.
En ese momento, el conductor abrió la puerta y ella lo miró, sorprendida. Estaba tan concentrada en la conversación que no se había dado cuenta de que la limusina había parado frente a una impresionante casa victoriana.
-¿Dónde está el teléfono que te regaló Euguenia?
-Aquí -murmuró Lali, sacando el móvil del bolso.
-¡Si ni siquiera está encendido! -exclamó Peter.
-Es que aún no he tenido tiempo de leer las instrucciones...
-No hay llamadas perdidas -la interrumpió él .
Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas. Con aquel hombre, siempre lo hacía todo mal. Y se había portado como una tonta al ponerse la ropa de su hermana. Estaba claro que Peter ni siquiera la miraba. Ella ya no era un misterio. La apasionada noche en la Hacienda de Oro había sido un error. Y dos semanas después, él se comportaba como si no la conociera de nada.
-Si llama Euguenia, no le digas que estoy aquí -la advirtió él. Lali asintió-. Tendrás que enterarte de dónde está. No quiero que vuelva a desaparecer.
Lali volvió a asentir.
¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué perdía la voluntad con aquel hombre? Peter había sugerido que quizá la llamaría de vez en cuando para pasar una noche de diversión. No se podía ser más ofensivo.
De hecho, si se atrevía a ponerle un dedo encima, Lali se pondría a gritar. Pero no parecía a punto de tener esa oportunidad.
Un mayordomo apareció entonces con una bandeja de café, pero Peter hizo un gesto de desinterés. Mientras paseaba por el salón, Lali se sirvió una taza, nerviosa.
-¡Maldita sea! ¿Qué le voy a decir a mi hermana cuando consiga verla?
Aquella pregunta tocó el corazón de Lali. Con aquel traje de raya diplomática parecía tan seguro de sí mismo... pero no era así. Peter, el poderoso hacendado guatemalteco tenía miedo. -Creo que lo que tu hermana necesita es saber que la quieres... -¡Ella ya sabe eso!
-Yo no estaría tan segura. Y si no quiere volver al colegio, al menos dale la oportunidad de explicarte Peter levantó una ceja.
-¿Quieres que le diga que sí a todo? ¿Que acepte que no vuelva al colegio y haga lo que le de la gana? Lali se levantó del sillón.
-No. Sólo que la escuches.
Peter levantó las manos, frustrado.
-Yo sé lo que es mejor para mi hermana...
-Apenas la conoces. ¿Cómo puedes saber lo que es mejor para ella? -preguntó Lali.
El la miró, con aquellos hermosos ojos verdes llenos de frialdad.
-Te advierto que esa actitud no te va a servir de nada con Euguenia. Ella es tan testaruda como tú.
Peter se quedó pensativo durante unos segundos.
-Lo siento, querida -murmuró, levantando su barbilla con un dedo-. Nunca se me ha dado muy bien escuchar. Aquella palabra cariñosa hizo que a Lali se le formara un nudo en la garganta. -Solo quería...
-Tienes razón. He cometido errores con mi hermana y no puedo volver a cometerlos murmuró él. Peter estaba tan cerca que Lali había perdido el hilo de la conversación. Sus ojos verdes la llenaban de un deseo tan poderoso que tuvo que apretar los punos para no abrazarlo-. ¿Dónde has estado durante estas dos semanas?
-En mi apartamento... en el que tú decías que no existía –contestó
Lali, recordando que Peter seguía creyéndola Marianela-. Está vendido y tengo que marcharme para que lo ocupe el comprador. -En la lista de tus propiedades no aparecía ese apartamento.
-Pues no lo entiendo...
mas ♥
ReplyDeleteno se porque lali se deja que la trate asi peter lo odio
ReplyDeleteotrooo
ReplyDeleteMaass
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