Thursday, December 10, 2015

capitulo 49

Para entonces, el cuerpo de Lali ya se había acostumbrado al tamaño y a la invasión de Peter. Tenía los músculos relajados y sentía el calor y la suavidad propios de la excitación. Peter entró con sumo cuidado al principio, porque no quería hacerle daño ni asustarla. No había estado con una virgen desde su primer encuentro con el sexo, y la verdad es que no sabía muy bien cómo actuar. Ni lo rápido que debía ir. Ni cuánto sería demasiado. Pero Lali no parecía intimidada. No dejaba de mover los brazos y las piernas, explorando descaradamente su cuerpo desnudo. Y tampoco paraba de retorcerse debajo de él, lo cual le hacía muy difícil permanecer fiel a su determinación. Apretó la mandíbula y se concentró en respirar. Las sensaciones recorrían su cuerpo, todas las terminaciones nerviosas de su sistema estaban alerta como resultado del ansia desmedida, el deseo y la desesperación que sentía. —¿No puedes moverte más rápido? —lo instó ella entre jadeos finalmente, arqueando la espalda y clavándole las uñas en la carne humedecida por el sudor. Peter levantó la cabeza y la miró. Lali estaba sonrojada, su pelo revuelto brillaba sobre las sábanas satinadas de color claro. —¿Me estás dando órdenes? —replicó él, incrédulo y divertido al mismo tiempo. —Sólo preguntaba —dijo ella, arqueando los labios ligeramente—. Me tratas como si fuera de cristal y te aseguro que no lo soy. Puede que sea inexperta en este tipo de cosas, pero no soy frágil. —No quiero hacerte daño —admitió él. Ella se irguió lo justo para darle un rápido y apasionado beso. —No lo harás. Puedo con todo lo que quieras darme y un poco más. Sólo había una forma de responder. —Será un placer. Le chupó entonces el pezón henchido y le satisfizo comprobar el escalofrío que recorrió el esbelto cuerpo de Lali. Siguió lamiendo y sorbiendo un poco más. Lali comenzó a estremecerse en sus brazos, tironeándole del pelo y susurrando su nombre, y él aprovechó para deslizar sobre la sedosa superficie de la cama el cuerpo ávido de Lali. Entonces la sujetó por las caderas y giró llevándola consigo, hasta quedar él tumbado de espaldas y ella encima. —Dicen que una mujer conoce mejor que nadie su propio placer. Muéstrame lo que quieres. Lali se quedó mirándolo. El corazón le latía con fuerza, mientras pasaba de la sorpresa ante el súbito cambio de postura, a la sensación de poder que desprendía la sensual declaración de Peter. Su voz grave y susurrante la recorrió por dentro, poniéndole la piel de gallina, y acto seguido afianzó las caderas mientras ella se colocaba a horcajadas.

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