Hasta cierto punto no podía creer que estuviera mintiendo de aquella forma, pero, por otro lado, sabía que era su única esperanza de proteger al niño de Candela-. Me encantan los niños, ya lo sabes. Por eso la tuve, y me daba cuenta de que era lo único que iba a tener de él.
-¡No es verdad! -exclamó Candela-. ¡Estás mintiendo!
-Pregúntate a ti misma por qué estoy en su casa -dijo Lali con confianza-. Y mientras te respondes, imagina lo que podíamos estar haciendo la otra tarde en el Faisán -dijo, ruborizándose.
-¡Eres una...! -exclamó Candela después de un largo silencio, y le dio una bofetada a Lali-. ¡El único hombre al que he querido! ¡Tú, todos, qué asco! ¡Fuera de aquí, fuera! ¡No te lo perdonaré nunca, nunca!
Cuando Lali estaba en el vestíbulo, oyó los gritos de su hermana.
-¡Era mío, ¿lo entiendes?, era mío!
Por lo menos lo decía en pasado, pensó Lali. Porque Candela no podía soportar la idea de haber compartido al hombre que amaba con su hermana, y, además, eso significaba que Peter la había engañado. Candela volvería a casa con Pablo, porque cuando las cosas se complicaban siempre buscaba seguridad.
Lali se dirigió a Reading, decidida a no dejar que Peter sospechara que había estado con Candela.
A su vuelta, encontró a Mariano solo, porque Emilia había llevado a Rosie al pueblo.Emilia había dejado una ensalada en la nevera, para Peter, pero eran las tres y la ensalada seguía allí. Lali empezó a volver a poner los muebles del cuarto de estar en su sitio. Todo estaba muy limpio. La agencia de limpieza se había concentrado en las habitaciones de la planta baja. Los pintores todavía no habían empezado, pero extendió una alfombra y, a pesar de la falta de pintura y de cortinas, el cuarto de estar comenzó a adquirir un aspecto muy acogedor. Estaba pensando en que al día siguiente arreglaría el comedor cuando oyó que Peter llegaba en el Ferrari.
Frunció el ceño y comenzó a ponerse tensa. Decidió que adoptaría una postura evasiva y se dirigió a la cocina. Salía por el jardín, cuando sintió que Peter la agarraba por el brazo.
-¿Adónde vas? -le preguntó Peter con una voz extraña.
-A por Rosie.
-Emilia no ha vuelto todavía.
Lali no se atrevía a mirarlo a los ojos. Pero desde el momento en que oyó el coche, pensó que llevaba todas las mentiras que le había contado a Candela tatuadas en la frente.
-¿Quieres la comida?
-¡Mírame! -ordenó Peter entre dientes.
Lali levantó la mirada poco a poco, Peter le estaba haciendo daño en el brazo.
La mirada de Peter la taladró.
-Candela ha venido esta mañana, a medio vestir, histérica y loca de rabia -dijo Peter entre dientes.
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