-La prensa del corazón nunca me deja en paz. Nunca me ha molestado, pero no quiero que os molesten a ti y a la niña. Me importa un bledo lo que escriban sobre mí, pero no quiero que sufráis por...
-¡Ayer eso no te importaba lo más mínimo!
-Pero desde ayer las cosas han cambiado mucho. Parece que ha pasado un siglo.
Lali deseaba que fuera al grano de una vez. Ella estaba sentada en el borde del sofá, clavándose las uñas en las palmas de las manos. Quería confirmar sus expectativas pobre Peter. Estaba segura de que quería que Rosie y ella se fueran de su casa lo antes posible, antes de que pudieran causarle más molestias.
-La verdad es que... -dijo Peter, y vaciló, apretando los labios- ...y nunca me había imaginado diciendo esto... pero necesidad obliga... -dijo, y concluyó entre dientes-.
Tenemos que casarnos.
Lali se quedó petrificada, sin poder apartar la vista de Peter. No podía creer lo que acababa de oír, porque no podía haberlo dicho, ¿o sí? -Viviremos como ahora... más o menos -dijo Peter después de reflexionar unos momentos-. Tú tendrás casa, todo el dinero que puedas gastar y seguridad, y yo te tendré a ti y a Rosie, lo que se podría llamar un intercambio beneficioso para ambas partes.
Lali se humedeció los labios y tragó saliva.
-¿Lo dices en serio?
-¿Crees que bromearía sobre algo así?
-No creo que te des cuenta de lo que significa eso -protestó Lali débilmente.
-Sé muy bien lo que quiero -replicó Peter-. No quiero ser más que un padre ocasional para Rosie, y no quiero que en su vida haya un interminable desfile de «papás».
-¡No va a haber tal desfile!
Peter la miró con impaciencia.
-Por lo menos, sé realista, Lali. No creo que permanezcas célibe hasta que
ella cumpla los dieciocho.
-En estos tiempos, la gente no se casa sólo porque han tenido un hijo, de casualidad.
-Pues yo lo voy a hacer y tú conmigo -dijo Peter-. Para ser sincero, no veo dónde está el problema. Sexualmente somos muy compatibles, hay matrimonios felices construidos con mucho menos. Rosie merece la seguridad de tener a sus padres y una casa adecuada.
-Sí, pero no es tan sencillo.
-Es muy sencillo. Quiero que Rosie tenga todo lo que yo no tuve.
Y ésa era su verdadera motivación, se dijo Lali. Había nacido fuera del matrimonio y, por lo que se deducía de lo que le había contado, nunca disfrutó de estabilidad afectiva. De repente, se sintió como una estúpida. ¿Qué hacía allí sentada
discutiendo sobre un matrimonio que nunca se llevaría a cabo? Empezaba: a convertirse en una candidata para el manicomio. Al cabo de pocos días podría decirle la verdad, aunque, a la luz de los planes que estaba haciendo, la verdad le dolería más que la mentira.
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