Tuesday, April 28, 2015

capitulo 70

-¡Qué fácil es decir cuándo estás pensando en el sexo!
-Eso espero... Ultimamente, son las veinticuatro horas del día... y odiaría pensar que es una miseria no compartida -dijo Peter y agachando la cabeza muy despacio, besó una de las manos de Lali, que se estremeció, con la sensación de que se derretía-. Si la última vez te hice daño, lo siento... Puedo prometerte que no volverá a ocurrir.
Lali, llena de rubor, retiró la mano, pero para ello tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad. Cuando Peter la miraba como la miraba en aquellos momentos, se sentía hipnotizada, débil, indefensa.
-Peter, yo...
-Tú vas a casarte conmigo. Eso es lo que quiero.
-¿Y siempre consigues lo que quieres?
Peter la miró con una sonrisa.
-Siempre -dijo.
-Creo que es hora de que me vaya a la cama -murmuró Lali, levantándose con dificultad. No quería irse, no quería separarse de él. Era consciente de que dentro de muy poco la odiaría por las mentiras que le había contado, y aquella vez no le ofrecería el perdón y el olvido.
-Tengo que hacer un par de llamadas.
Lali, a pesar de que estaba cansada, no durmió bien. Soñó que se estaba casando con Peter y en mitad de la ceremonia aparecía Candela y la interrumpía, igual que el hada mala de la Bella Durmiente. Sólo que en vez de proferir una maldición, se llevaba al novio y ella se quedaba sola en el altar mientras todos los invitados se morían de risa. Se despertó temblando.
A la mañana siguiente se encontró una nota en la cocina: «He ido a ver a Theo», decía. No estaba firmada, pero sólo podía ser de Peter. Y le conmovió porque, cuando salía, Peter jamás daba explicaciones de adónde iba. Que se hubiera molestado en escribir una nota daba idea de la alteración que había sufrido su relación. Pero todo era mentira, se recordó con tristeza. Por supuesto, a Peter no se le había ocurrido que ella no tenía ni idea de quién era Theo.
Los obreros estaban en la fase de transformar los áticos en un solo piso, para una asistenta, suponía Lali. Ese habría sido el lugar destinado para Rosie y ella. Aquella mañana les llevaron una lavadora, una secadora y una aspiradora. Lali se quedó mirándolas mientras las descargaban en la parte de atrás. Peter debía haberse tomado la molestia de comprarlas, pero cuándo, ¿el día anterior, ese mismo día?
Envuelta en una especie de nube, oyó el timbre de la puerta y fue a abrir. Era Candela, ostentosamente vestida con un traje de chaqueta blanco que destacaba su cuidada figura.
-¡No sé cómo te atreves a mirarme a la cara! -le espetó a su hermana-. Gracias a ti, ayer me porté como una imbécil con Peter. ¿Dónde está? Quiero verlo.
Lali se puso tensa, alarmada. Después de todo, no debía haber sido
demasiado convincente con su hermana.
-Ha salido.

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