-Cuanto más llores, mejor... así que, adelante -dijo Peter con desprecio-. Pero guárdate alguna lágrima para luego, cariño, la vas a necesitar. Quiero que me supliques, y espero una buena representación. Esta vez quiero ver esos grandes ojos llorando de verdad.
-¡Lo siento! -dijo Lali entre sollozos-. ¿Por qué me has obligado a casarnos?
¿Por qué?
-¿Por qué? Muy pronto lo sabrás.
Lali sintió temor e hizo un gran esfuerzo por enjugar las lágrimas.
Guardaron silencio durante algunos minutos, un silencio que, esta vez, Lali agradeció. Probablemente, Peter anularía el matrimonio. Acarició las flores que llevaba en el regazo y una angustia amenazó su recobrada compostura.
-¡Voy a tirar eso! -dijo Peter con desprecio cuando se detuvieron a echar gasolina.
-¡No! -dijo Lali, quitándolas de su alcance.
Peter había reservado una suite en el Savoy. Era preciosa, y le dieron ganas de llorar, pero para ocultar su emoción se acercó a la ventana.
-Te he comprado ropa, debe de estar en el vestidor. Cámbiate, quítate ese ridículo vestido -dijo Peter con rabia.
-A mí me gusta -dijo Lali desafiante, sabiendo lo que Peter pretendía. Quería destruir toda evidencia física del matrimonio.
Peter se acercó a ella, y antes de que se diera cuenta de qué se proponía, metió la mano en el escote y rasgó la pechera del vestido. Lali se quedó de piedra, boquiabierta, y se cubrió los pechos con los brazos.
Temblando, Lali comprobó cómo Peter le separaba los brazos del cuerpo y deslizaba las hombreras del vestido, dejándolo caer a sus pies. Lali tenía miedo de moverse, pero empezó a retroceder hacia el vestidor. Peter la detuvo.
-¿Por qué molestarse? Me gustas así.
Peter volvía a tener una mirada incandescente y Lali se sonrojó. Tenía la alarmante sensación de que cuanta más piel viera Peter, más se enfadaría. Él estiro el brazo y le desabrochó el sujetador, quitándoselo y tirándolo al suelo. Cubriéndose los pechos, Lali corrió hasta el dormitorio, esperando que el baño tuviera pestillo.
Pero no consiguió llegar. Peter se interpuso en su camino. Le daba miedo y retrocedió, intimidada por su mirada y su respiración agitada.
-Déjate de comedias -dijo Peter, quitándose la chaqueta y la corbata-. No eres una santa y sabes muy bien cómo utilizar tu cuerpo para dominar a los hombres. Y apuesto a que eres tan zorra como tu hermana... Después de todo, llevas su sangre, pero tú eres mucho más lista, ¿verdad? -dijo, clavándole una mirada terrible-. Y has
tenido mucho cuidado de no meterte en mi cama hasta llegar a la iglesia. Hay un nombre para las mujeres como tú, y no es muy agradable...
Lali estaba destrozada. Peter no creía nada de lo que le había contado. Se miente una vez y los demás te toman por mentiroso, pensó. Peter ya no confiaba en ella, creía que había interpretado el papel de mujer inocente para despertar su interés.
-Yo no... no soy así.
-¿No? -dijo Peter con burla y volvió al salón. Reapareció con una botella de champán y dos copas. Abrió la botella y sirvió las copas sin derramar ni una gota-.
Bueno, cuéntame otra vez cómo hicimos el amor en el suelo, refréscame la memoria.
Lali no dijo nada.
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