-Estás predicando en el desierto, cariño -dijo Peter apurando su copa de champán y estudiando a Lali con amenazadora intensidad-. Eres una aprovechada y una oportunista y no me interesa lo que puedas decir.
Dejó la copa en la mesita y se acercó a Lali, que empezó a respirar con dificultad, reaccionando al peligro que se avecinaba.
-No... no...
-Se llama recibir tu merecido, Lali, y tú vas a estar recibiendo tu merecido hasta que me canse.
Peter le apartó las manos y dejó sus pechos al descubierto.
-Me parece que estás llevando tu papel de mojigata demasiado lejos -dijo con sarcasmo-. Tú no eres inocente y yo estoy muy excitado.
Lali se sonrojó, pero, al mismo tiempo, se echó a llorar.
-No puedes, no puedes.
-Puede que Rosie no sea mía, pero tú sí lo eres.
-Peter, por favor... -dijo Lali, horrorizada ante la idea de que le hiciera el amor en el estado en que estaba.
-Toda mía... y puedo hacer lo que quiera contigo -dijo arrastrándola hasta la cama, y antes de que Lali pudiera reaccionar, le quitó las braguitas y las medias de un tirón.
Se tendió junto a ella en el colchón.
-Ahora no hace falta que finjas, cariño -murmuró-. Tienes unos pechos muy bonitos... y no creo que sea el primer hombre en decírtelo.
Lali lo miraba con los ojos llenos de lágrimas, presa del temor y con un nudo en la garganta. Peter agachó la cabeza y le lamió un pecho, en toda su redondez, hasta llegar al pezón. Lali se quedó inmóvil, luchando contra la sensación que comenzaba a surgir en su interior.
-No te resistas... Lo estás deseando tanto como yo -dijo Peter con voz grave.
Lali se estremeció y cerró los ojos. Quería ser igual que un bloque de madera, de ese modo, tal vez ta dejara en paz. Pero reaccionó cuando Peter tomó ambos pechos con sus manos, se estremeció cuando la lamió y la mordisqueó y luego la besó en la boca, intensamente.
-No -gimió Lali al sentir el asalto, porque sabía que Peter estaba dominado
por el desprecio y por el deseo de humillarla y caer en el juego sería una traición imperdonable.
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