Tuesday, April 28, 2015

capitulo 87

Lali salió del coche y entró en la casa. Rosie salió a recibirla y le dio un abrazo, y un segundo después preguntó:
-¿Peter?
-Peter está trabajando, pequeña -dijo Lali.
-Es una pena que no hayáis podido ir a París -dijo Emilia-. Como si los establos no pudieran sobrevivir sin él una semana. Con esos obreros tan lentos, sólo tenemos la mitad de trabajo, yo creo que deberías haberle dejado las cosas claras.
-No importa -dijo Lali, oyendo las pisadas de Peter en el vestíbulo.
-Oh, antes de que se me olvide... He hablado con Phyllis Roper, que dirige el jardín de infancia del pueblo. Me ha dicho que podría haber sitio para Rosie.
El momento más temido para Lali había llegado, cuando la niña se soltó de sus brazos y salió corriendo a saludar a Peter.
Cuando Rosie lo interceptó al pie de las escaleras, Peter se quedó inmóvil y frunció el ceño cuando la niña quiso que la tomara en sus brazos, abrazándose a sus rodillas y esperando recibir lo que ella había aprendido a obtener de él. Durante un segundo, Peter parecía tan solo que a Lali se le hizo un nudo en la garganta.
-Peter... papá -dijo la niña, y Lali sintió dolor.
-Se me escapó -dijo Emilia-, pero sólo fue una vez y no deja de repetirlo. Lo siento.
-No te preocupes -dijo Peter, fríamente.
-Bueno, se me hace tarde -dijo Emilia, y se marchó.
Lali se quedó inmóvil como una estatua. Todo lo que Peter se había negado a hablar durante el fin de semana estaba inscrito en sus ojos. Rosie... Pero Peter no quería discutir sobre Rosie. Ella le había dejado creer que la niña era su hija y en aquellos momentos, en que se enfrentaba a la verdad, quedaba claro el daño que le había hecho.
Inesperadamente, Peter cedió a los ruegos de la niña y se inclinó para tomarla en sus brazos. Pero, pensando que no querría el contacto con ella, Lali se apresuró a su lado.
-Déjamela a mí -dijo.
-Eres una zorra -susurró Peter.
Lali retrocedió como si le hubiera dado una bofetada y palideció. Pero Peter no soltó a Rosie, mirando a Lali con desprecio y aborrecimiento.
Lali se dirigió a la cocina y se dejó caer en una silla. ¿Cómo podía haber hecho el amor con ella cuando la aborrecía hasta tal punto? ¿Tan distinto era el temperamento de los hombres? El fin de semana había sido un ejercicio de humillación, ejecutado con crueldad y precisión. En dos días, no había abandonado la
suite del hotel.

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