La primera noche Peter pidió que le sirvieran la cena en la habitación. Después de la cena se marchó, aunque ella no supo adónde. Ella, por su parte, se acostó y pudo dormir en paz. Pero entre el desayuno de la mañana siguiente y la hora del regreso, Peter había estado con ella prácticamente cuarenta y ocho horas. Se ruborizó al recordar lo que había vivido durante aquellas horas. Peter era un amante insaciable.
Peter, instintivamente, sabía cuál era su mayor venganza y una y otra vez la había hecho perder el control entre sus brazos, comparándola con las prostitutas o con mujeres que quieren dormir con cualquier hombre sólo por su dinero o por su fama.
Le había dicho que, fuera de la cama, no le servía de nada. Pero lo que ella hubiera deseado era poder anular la instantánea respuesta sensual que sentía cada vez que hacían el amor. Ya no sentía ningún respeto por sí misma, Peter había acabado con él. ¿Qué clase de mujer era ella cuando respondía de aquella manera a un hombre que la aborrecía?
Peter entró en la cocina, pero ella no lo miró. Tenía miedo de mirarlo, temerosa de que sus confusas emociones la traicionaran. Peter no sabía que ella había sido lo bastante estúpida como para enamorarse de él y pensar en lo que él podía hacer si lo averiguaba le helaba la sangre. Temía que se riera de ella, porque sabía que era muy capaz de hacerlo, y no se veía capaz de soportarlo.
-He oído que Emilia mencionaba el jardín de infancia del pueblo. Deberías ir a apuntar a Rosie -dijo Peter.
Lali se puso muy tensa, presa de la incomprensión. Peter hablaba como si Rosie y ella fueran a quedarse... pero, ¿por cuánto tiempo?
-¿Para qué?
-Debería relacionarse con otros niños.
-Sí, pero no vamos a estar aquí para siempre.
-Pero estáis aquí ahora.
-No creo que tú quieras que nos quedemos -dijo Lali.
-Mientras quiera que me sigas calentando la cama cada noche, quiero que os quedéis.
A Lali se le llenaron los ojos de lágrimas y se le hizo un nudo en la garganta.
Luchó con desesperación por no llorar, porque su llanto ponía furioso a Peter.
-No puedo... no puedo vivir así -dijo desconsoladamente.
-Tres días de matrimonio y ya estás hecha una pena -dijo Peter acariciando sus manos con un dedo-. No me gusta decir algo obvio, pero, ¿no es esto lo que querías? ¿No querías ser la señora de Peter Lanzani? ¿Rica, segura y... si no amada sí sexualmente satisfecha?
Lali le apartó la mano, pero, aunque ya no la tocaba, era consciente de su proximidad con cada fibra de su cuerpo.
-¡No! Yo no quería casarme...
-Perdona si sigo sin creerme eso.
-¡Te juro que iba a decírtelo! Te lo juro... te lo ju... juro -dijo Lali con
desesperación, pero en el fondo de su mente recordó cómo se había quedado callada en el fondo de la iglesia cuando él le dijo que estaba preciosa. Por una décima de segundo había dudado porque se dio cuenta de lo mucho que deseaba que todo fuera real. En aquella décima de segundo quiso casarse con él, quiso que Rosie fuera suya... y saber eso la torturaba.
-Esta noche ceno en el Faisán -dijo Peter, y se fue.
No comments:
Post a Comment