Peter la odiaba y ella no era lo bastante fuerte para soportarlo. Se estaba rompiendo día a día. Antes o después acabaría postergada ante él, porque no soportaba estar excluida de su trato, de su cariño, y ser para él sólo un objeto con el que satisfacer sus necesidades sexuales. Cuánto le dolía su falta de cariño, era el mayor dolor que había sentido en su vida.
De repente, tomó a Rosie y fue por su chaqueta. Tenía que salir de aquella casa para aclarar el torbellino de sus emociones.
-¿Adónde vas?
-¿Sabes dónde está el jardín de infancia?
-Al lado de la iglesia, creo. ¿Puedo confiar en que no saldrás huyendo?
Lali lo miró con amargura y su triste mirada se enfrentó a la dura mirada de Peter.
-¿Adónde iríamos?
En el jardín de infancia, Rosie tardó diez minutos en ponerse a jugar con otros niños.
-Si yo fuera tú, aprovecharía para irme -le dijo Phyllis Roper cariñosamente-. Si llora mucho, te la llevaremos a casa. Pero parece muy contenta, ¿verdad? Aunque eso no garantiza nada, no sabremos cómo reaccionará cuando se quede sola.
Cuando Lali emprendía el camino de vuelta notó que un coche frenaba a su lado. De él salió un hombre, y Lali se dio cuenta, abatida, de que era su cuñado, con su inconfundible pelo rubio y la barba.
-Tenemos que hablar, Lali -le dijo tristemente, sin preámbulos.
Lali se conmovió al ver su preocupación. Sin más palabras, Pablo se sentó en el asiento del acompañante del conductor. Parecía ido, obnubilado, con la mirada perdida.
-Lo siento -dijo, y suspiró, con evidentes esfuerzos por mantener la compostura-. Siento mucho que tú también te hayas visto mezclada en esto.
Era obvio que había ido a ver a Candela, lo cual significaba que Candela, al contrario de lo que Lali esperaba, no había vuelto a casa. Al contrario, el aspecto de Pablo indicaba que, si había tenido una reunión con su esposa, las cosas habían ido mal. Agachó la cabeza y trató de pensar con claridad y rapidez. ¿Qué sabía Pablo de lo que había ocurrido? ¿Cuánto sabía? Lo último que quería era empeorar las cosas siendo indiscreta.
-Has visto a Candela.
-Había venido para llevármela a casa -dijo Pablo, y se rió amargamente-. Creía
que ésta era otra de sus rabietas. A veces me pregunto porque sigo queriendo que vuelva.
-Porque la quieres...
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