-Decídete -insistió Peter con urgencia, lleno de necesidad-. No soy de piedra, y ahora mismo me muero por ti...
Las manos de Lali temblaron bajo las de él. No podía apartar los ojos de Peter. La intensidad de su mirada la derretía en su interior.
-Yo también te deseo... tanto.
Peter la posó con cuidado de nuevo sobre la cama. -No te haré nada que tú no quieras que te haga, pethi mou.
-Por supuesto, pero...
-Abre tu boca para mí -la urgió él con voz rota.
Y Lali lo hizo, captando de inmediato su fuego ardiente. No notó, en cambio, cuando él le deslizó los tirantes del camisón por los brazos. De pronto Peter se apartó para seguir bajando la prenda por sus caderas, y Lali vio con asombro sus pechos desnudos y llenos, sus pezones rosas tensos. -Eres exquisita -jadeó él. Peter volvió a ella y dejó que su dedo pulgar acariciara el hinchado pecho, que la palma de su mano lo abrazara con firmeza por debajo y, por fin, que su boca se cerrara sobre él. Y le causó tal cúmulo de sensaciones que Lali gritó. Su cabeza cayó sobre la almohada, todo pensamiento se suspendió. Las manos de Lali agarraron a Peter de los hombros mientras él acariciaba su sensible carne con la lengua, los dientes y los labios. De pronto era ella la que se
moría por él, la que ardía como una loca por cada caricia certera, llevada por la más urgente necesidad, dejándose consumir por el fuego.
Peter rodó por la cama sin previo aviso y deslizó las sábanas hasta abajo, con los ojos esmeraldas fijos en la pálida y rosada piel del cuerpo de Lali. Era como ser consumida visualmente. Lali estaba excitada, apenas podía respirar, y sentía tal necesidad como nunca en la vida la hubiera podido imaginar. Los ojos de Lali observaron a Peter, siguieron cada uno de sus movimientos. No podía soportar que se alejara de ella.
-¿Peter...? -musitó insegura.
-Respondes como si te murieras por mí -dijo él con orgullosa satisfacción.
Lali lo observó bajarse la cremallera del pantalón. Sus ojos se abrieron inmensamente, sintiéndose de pronto cohibida. Segundos más tarde unos calzoncillos negros se deslizaron por las estrechas caderas, y Lali vio por primera vez un sexo masculino excitado y completamente erecto. Y aunque Peter era aún más bello de lo que jamás hubiera imaginado también le resultó amenazador. Tardíamente consciente de su propia desnudez, Lali se sentó y tiró de la sábana para ocultarse bajo ella. Su corazón latía acelerado.
Saber que no era sino una inexperta le producía pánico. Peter volvió a la cama con movimientos
naturales, sin ninguna inhibición. En realidad Lali dudó de que él, en alguna ocasión, hubiera necesitado de un dormitorio en el que esconderse. -Eres tímida -murmuró Peter casi con ternura, quitándole la sábana para unirse a ella, concediéndole poca importancia a ese sentimiento.
-Sí... Peter...
-Quiero verte -confesó él estrechándola contra su cuerpo duro, poderoso y abrasivo, con un brazo posesivo-. Estás temblando...
-Me pones nerviosa.
Peter enredó los dedos en el espeso cabello de Lali y atrajo su boca hacia sí saboreándola en profundidad hasta que la cabeza de ella se inclinó llena de pasión y todos sus nervios desaparecieron. Y entonces él elevó la mirada y sus ojos esmeralda quedaron prendados en los de ella.
-Esto no es simplemente una noche de locura, es algo excepcional, algo especial. Yo no tengo por costumbre acostarme con las mujeres así -aseguró él con ronca sinceridad.
Lali levantó una mano temblorosa y le apartó el cabello de la sien. Tenía el corazón en un puño. No podía creer que él pudiera tener tanto poder sobre ella, que al fin un hombre la tuviera pendiente de
cada una de sus palabras, esperando y rezando para que fuera digno de su confianza. Saberlo resultaba aterrador, pero cuando él sostenía su mirada o la acariciaba ni una sola fibra de su cuerpo podía resistírsele.
Peter recorrió con una mano todo su cuerpo tembloroso. Ella se estremeció y jadeó. Su cuerpo estaba tan completamente preparado que una sola caricia bastaba para despertarlo. Cuando él jugueteó con el triángulo de plata que formaban sus piernas ella gimió y dejó que su rostro se hundiera sobre el hombro de él. Peter siguió el rastro hasta el mismo centro de su ser, cálido e hinchado, con devastadora experiencia, llegando al punto más sensible. Y en ese momento Lali se vio perdida sin remedio, atormentada por un cúmulo interminable de sensaciones que pronto se convirtieron en una tortura sin fin.
-Estás tan cerrada - musitó Peter con un gemido sensual y gozoso.
La urgencia de aquel deseo resultaba insoportable. Lali estaba completamente fuera de sí, con la respiración entrecortada, sujetándose a cualquier parte de él que lograba agarrar.
-Peter, por favor... -gimió desesperada. Peter se deslizó sobre ella colocándola sobre la cama. Lali se debatió con ojos brillantes, exultante de feminidad, sintiendo el férreo control de Peter y su
rendición. Un hambre fiera la abrumaba en ese instante sin vergüenza. Y entonces él la penetró y el punzante y apasionado dolor de aquella invasión la hizo llorar de sorpresa.
Peter se quedó muy quieto. Unos ojos verdes atónitos la miraron de lleno.
-¡Cristos... es imposible que seas...!
-Ya no...
-Te gusta sorprenderme, ¿verdad? -preguntó él con una llama de fuego primitivo en la intensa mirada.
Lali estaba ruborizada al máximo, era completamente consciente de cada uno de los pequeños movimientos que él hacía abriéndose paso hambriento por su interior.
-Ahora no puedo hablar -musitó atenta por completo a cada uno de los detalles de aquella nueva experiencia fascinante.
Peter rió a carcajadas. La besó en lo alto de la cabeza y comenzó a demostrarle cuán excitante podía ser aquello. Una necesidad cruda, fuera de control, iba poseyendo a Lali cada vez con más fuerza. Apenas podía respirar. El mundo hubiera podido tocar a su fin y nada hubiera importado excepto aquella vibrante penetración. La intensidad del placer la volvió loca hasta que, finalmente, llegó al borde de la excitación y una ola de paroxismo la liberó.
-Deberías de haberme dicho que era la primera vez, pethi mou -pronunció Peter apenas sin aliento. -No me pareció importante -musitó Lali evasiva, disfrutando del modo en que él la abrazaba contra su cuerpo ardiente, cálido y húmedo, llorando contenta de que él no pudiera verlo.
¿Acaso era posible enamorarse en el plazo de veinticuatro horas?, se preguntó Lali ensoñadora, luchando por reconocer a la nueva persona que sentía nacer en su interior, pero demasiado contenta y satisfecha como para sentir como una amenaza aquel cambio.
¿Algo especial? ¿Pero cómo de especial? Lali sabía perfectamente cuánto de especial era Peter para ella. Hubiera deseado poder envolverlo en una sábana de amor y abrazarlo hasta la muerte, nunca había sentido nada igual.
-Para mí sí lo era -le confió Peter en voz baja-.
¿Tienes hambre?
-No, en realidad no.
-Pues yo no recuerdo cuándo comí por última vez -musitó él reflexivo.
-¡Qué sensible!
Peter la soltó y rodó por la cama hasta alcanzar un teléfono interno por el que ordenó que les llevaran comida. Luego, tomando su mano, la arrastró fuera de la cama junto a él. Con los brazos envueltos sobre sí misma, como si tuviera frío,
.
Lali caminó hasta el baño y lo observó abrir el grifo de la ducha. De pronto se sintió tremendamente tímida. Se veía arrastrada hacia la más profunda intimidad sexual. Peter la metió en la ducha con él ignorando su vergüenza deliberadamente, o quizá sin darse cuenta.
-Eres menudita de verdad -suspiró.
masssssssss
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