-Mido uno cincuenta y uno -musitó Lali añadiendo un centímetro más, sintiendo que Peter la contemplaba de arriba abajo.
-Estabas tan graciosa en el aeropuerto con aquel abrigo tan largo... eras como una niña pequeña toda vestidita - Lali no supo qué responder-. ¿Por qué te has quedado tan callada?
-No llevo nada de ropa, y no tengo por costumbre mantener conversaciones en la ducha.
Peter rió. Luego la abrazó y la levantó como si fuera una muñeca, enlazándole los brazos a su cuello. La sujetó a su altura y la miró a los ojos, intensamente.
-¿Estás tomando la píldora anticonceptiva?
Lali frunció el ceño y se ruborizó. No entendía por qué le hacía semejante pregunta cuando era él quien había tomado precauciones en aquella ocasión.
-No.
-Eso pensé. El preservativo se ha roto -la informó Peter sin parpadear, escueto.
-¡No...! -exclamó Lali perdiendo el color al comprender las consecuencias que ello le podría acarrear.
-Si ocurre algo... lo cual, creo, es poco probable lo solucionaremos entre los dos, juntos -añadió Peter admirando sus labios abiertos y besándola lenta, dulcemente y con boca experta.
Asustada por un instante ante la pesimista imagen de una vida arruinada por un embarazo no deseado Lali trató de pensar en algo más alegre. Llevaba veinticuatro horas viviendo fuera de la realidad, y no tenía ninguna prisa por volver a ella. -Tengo planes para ti -admitió Peter entre beso y beso, mientras ella temblaba -. Vas a disfrutar de estar conmigo.
Juntos hicieron un pícnic sobre la cama. Comieron langosta y ensalada griega. Lali no había probado nunca la langosta, y estuvo a punto de desmayarse cuando la vio sobre el plato. No dejó de dar pequeños sorbos de vino hasta que Peter tomó su vaso, y entonces ella lo imitó. Su ignorancia la hacía sentirse violenta y le recordaba lo diferentes que eran los mundos de ambos.
-Gracias por lo que me dijiste antes en la playa - murmuró Peter-. Me ha ayudado a ver las cosas con
más perspectiva. Si mi padre o yo hubiéramos sospechado en algún momento el poco tiempo que nos quedaba habríamos corrido a reconciliamos. La gran ironía de la vida es que en realidad yo ya estaba trabajando en esa dirección.
-¿En qué sentido?
-Esa conversación que oíste -le recordó Peter-. La empresa que había planeado comprar perteneció a mi padre, él la había perdido hacía tiempo. Pensaba ofrecérsela como una rama de olivo. -¡Oh, Peter! -suspiró Lali enternecida-. Por eso era tan importante que te acompañara.
-Pero aún tengo mis recuerdos. Mi padre era una persona fuerte, vital. Vivía la vida plenamente. Y no hubiera querido que lo recordara con tristeza. -Explícame la importancia de esa conversación que escuché -lo invitó Lali tratando de evitar la tristeza y la oscura vulnerabilidad de sus ojos y de distraerlo.
-Digamos que tenemos dos empresas, A y B -comenzó a explicar Peter-. Primero compras el stock de la empresa A, y después dejas correr el rumor de que estás interesado en adquirirla. Los precios de ese stock suben. Entonces vendes el stock a un precio más alto. Y luego, sin previo aviso, te lanzas sobre la empresa B, en la que los valores del stock no se han incrementado, y te sitúas como propietario de una empresa a un buen precio.
-Es enrevesado.
quiero otro
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