Tuesday, June 2, 2015

capitulo 31

Bueno, ella había leído que muchos hombres hacían eso. Estaba agotado y saciado. Era casi un alivio comprender que Peter podía ser vulnerable y humano. El había vencido su oposición antes de saber siquiera ella lo que estaba haciendo. Había usado todos sus trucos del manual de seducción. Pero eso no significaba nada para ella, no cuando recordaba aquella mirada de frustración que había mantenido durante unos preciosos segundos.
Lali seguía asombrada del recuerdo de aquel momento. Ella había poseído a Peter sexualmente y era un poder que ni siquiera había soñado que pudiera poseer. Así que cuando le había dicho con tanto despego en su oficina que la deseaba, lo había dicho en serio, pero ella había tenido que ver la prueba por sí misma para creerle.
En todo caso, toda aquella fuerza sexual y ardiente pasión habían sido por ella. Por fin. El porqué podía desearla hasta aquel extremo era todavía un misterio para ella, pero evidentemente no había mentido cuando le había dicho que la venganza no tenía nada que ver con aquella propuesta que le había hecho.
Así que se había asegurado que la elección fuera de ella, pero aun así, Lali sentía una punzada de arrepentimiento. Nada la convencería nunca de haber tomado la decisión adecuada. La pasión y el amor habían tomado aquella decisión, no la inteligencia. En todo caso, ahora era más penosamente consciente de que Peter tenía el poder de destruirla de nuevo si no tenía cuidado...
Lali lanzó un ahogado gemido de queja cuando la alzaron con delicadeza sobre las almohadas. Abrió los ojos con asombro cuando sintió una prenda de ropa sobre la cara.
—¿Qué diablos...?
Abrió mucho los ojos cuando vio a Peter ayudándola a meterse las mangas del camisón como si fuera una muñeca. Y mientras asimilaba el espectacular efecto que Peter tenía sobre ella, admitió que en sus manos se parecía a una muñeca más que a otra cosa. Vestido con un traje gris marengo y con aquella sonrisa, simplemente la dejó sin aliento.
Alguien llamó a la puerta. Peter se levantó. Volvió a ver aquella brillante sonrisa de nuevo y se sonrojó con repulsión hacia sí misma al recordar los penosos sentimientos que la habían mantenido pegada a Peter durante todas las horas de la noche.
—El desayuno —anunció él colocándole una bandeja sobre las rodillas.
Lali aspiró el inconfundible aroma de algo frito y el estómago se le revolvió.
—¡Apártalo de mí! -exclamó agitando las rodillas e intentando que no se cayera la bandeja
mientras se llevaba la mano a la boca horrorizada.
Por el rabillo del ojo, notó que Peter la estudiaba con fascinación antes de retirar la bandeja. Lali saltó de la cama y corrió hacia el baño. Siguieron unos cuantos minutos desagradables. Era consciente de la presencia de Peter a sus espaldas y no deseaba su ayuda de ninguna manera, pero no podía decírselo.
Las arcadas remitieron con sorprendente rapidez pero la experiencia la dejó débil. Peter volvió a
llevarla a la cama y le puso una toallita mojada sobre la frente.
—He debido de pillar la gripe —se lamentó ella—. Odio sentirme así.
—Madre di Dio -exclamó él de forma casi inaudible. Lali apartó la toalla para mirarlo de frente. El estaba mirando por la ventana, pero notó la fiera tensión de sus hombros bajo la fina lana de la americana. Incluso se llevó una mano hacia el brillante pelo engominado con un gesto inusual de impaciencia.
—Debería haber imaginado ayer que pasaba algo. No era lógico que me mareara sólo por no haber comido. Ahora lo pillarás tú.
—No lo creo. No creo que me contagie de eso.
Peter volvió al borde de la cama, los impenetrables ojos clavados en ella.
—Deberías quedarte en la cama el resto de día.
—No pienso hacer eso. Tengo cosas que hacer.
—Ahora eres una dama desocupada.
—Una mujer mantenida.
Peter palideció y los ojos le destellaron.
—Estamos viviendo juntos. Eso es todo. No hay necesidad de seguir repitiendo cómo hemos
llegado al estado actual.
Lali sintió una oleada de rebeldía. ¿Era aquel el mismo hombre que había llegado a extremos
imposibles por resaltar que su acuerdo era sólo comercial?
—Te llamaré dentro de un par de horas a ver cómo te encuentras —continuó él apretando los labios—. Tengo que ir a Templebrooke a pasar el fin de semana. Voy a dar una cena allí esta noche y me gustaría tenerte conmigo, si te encuentras mejor
Le molestaba que estuviera enferma y no pudiera cumplir el papel que le había asignado, pensó dolida Lali. Aquello era lo que iba mal. Por eso tenía un aspecto tan tenso. Sabiendo que su irritación era egoísta e injustificable, intentaba controlar sus modales. Lali agachó la cabeza con un nudo en la garganta.

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