Wednesday, June 10, 2015

capitulo 40

Lali comprendió lo que decía, pero no le dio importancia. La puerta del coche se cerró y el vehículo arrancó minutos más tarde. Sólo cuando logró calmarse y volver a la normalidad Lali abrió los ojos. Peter la observaba desde el otro rincón de la limusina con una sonrisa de satisfacción.
-¡No me mires así!
-¿Cómo te miro? -murmuró él con voz ronca.
Igual que un hombre que contemplara su coche nuevo, pensó Lali. Con un orgulloso sentido de la posesión.
-Nada ha cambiado -advirtió ella airada.
-A veces eres terriblemente ingenua -respondió él con fría indolencia.
-Lo fui, en la isla, pero no volveré a serIo -lo corrigió Lali ácida-. Y si lo que buscas es ingenuidad, bueno... estoy segura de que con tanto dinero habrá mucha gente dispuesta a vender. Una lenta y ardiente sonrisa curvó los sensuales labios de Peter.
-¿Y dónde iba yo a encontrar a una mujer con tanto coraje y tan mordaz como tú?
-Si yo estuviera en tu pellejo comenzaría a preocuparme por las cosas que te resultan atractivas en una mujer.
-Eres un continuo desafío para mí -rió él-. Me encanta ver que no te impresiona lo más mínimo
quién sea yo ni qué posea. No tienes ni idea de lo escasa que resulta esa cualidad entre la gente que me rodea.
Lali apartó la mirada de aquellos rasgos de devastador atractivo y magnetismo con un enorme esfuerzo. Recordó el trato que Peter tenía con la gente que lo rodeaba y con sus familiares y comprendió que entre ellos había una barrera. Peter era tan reservado que todos mantenían con él una distancia formal. Excepto ella. Su orgullo había exigido siempre que la tratara como a un igual. Y sin embargo, si se hubiera mantenido reservada y en silencio ella también, nada de aquello habría ocurrido. No tendría que enfrentarse a un casi seguro desastre. Porque si estaba embarazada, ¿cómo diablos iba a arreglárselas? Sus planes de futuro nunca habían incluido esa posibilidad. Sin embargo era una estupidez dejarse llevar por el pánico mientras no se hiciera la prueba.
-De repente estás a miles de kilómetros de distancia -dijo Peter. Lali parpadeó y le devolvió la mirada, comprendiendo de pronto que la limusina se había detenido-. Claro, estás agotada.
-No, creo que estoy embarazada -soltó Lali sin pensarlo siquiera. Peter se quedó helado, paralizado por el susto-. Quizá... quizá hubiera debido de decírtelo... de otro modo - musitó Lali incapaz de
pensar en otro modo de soltar aquella bomba sin que le estallara en la cara.
Lo cierto era que no había tenido la intención de decírselo, ni siquiera lo había pensado, pero el estrés y la ira la habían traicionado. Lali estaba en tal estado de nervios que ni siquiera se había dado cuenta de que había salido del coche y de que estaba a punto de salir de un ascensor desconocido.
-Dijiste que me llevabas a casa...
-Pensé que estarías más cómoda en mi apartamento.
-Me llamaste escurridiza, no sé cómo te atreviste. El silencio se hizo tenso de pronto. Lali no quería ni pensar en lo que, impulsivamente, le había dicho en la limusina. Y definitivamente no quería hablar de ello. ¿Qué esperaba de Peter? En aquellas circunstancias compartir un problema no significaba en absoluto solucionarlo.
Peter vivía en el ático. Un mayordomo griego les abrió la puerta. Los muebles eran elegantes y había una importante colección de obras de arte. Lali se fijó en un óleo. Se parecía a una pintura de Picasso que había visto en una ocasión en un libro. Apartó la mirada comprendiendo que podía ser el original y dijo:
-Quiero cambiarme.

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