Thursday, June 4, 2015

capitulo 41

—Peter ha sido encantador -dijo Stefani con timidez—. Nunca, nunca había pensado que pudiera
ser tan agradable.
Vico asintió.
—Sí, lo ha sido. Estaba muy relajado y habló con los niños porque... Diablos, casi me muero
cuando lo vi aparecer por la puerta principal.
Stefani le dirigió a Lali una mirada de admiración.
—Imagino que sería muy romántico que os quedárais atrapados en la tormenta de nieve.
A Lali se le escapé una carcajada amarga.
—No fue romántico. Me quedé embarazada.
Vico y Stefani la miraron los dos con la boca abierta. Lali se ruborizó y se dio la vuelta.
—No puedo creer que acabe de decir eso.
Stefani se aclaró la garganta turbada.
—Entonces supongo que os casaréis.
—Por supuesto que se casarán —le dijo Vico a su mujer..
—Bueno, la verdad es que no. No nos casaremos -dijo Lali con rigidez.
El silencio duró mucho tiempo.
—Es difícil aceptar que Peter se case sólo porque tenga que hacerlo —concedió con tensión Stefani.
Bueno sí, es bastante difícil —replicó Vico—. Quiero decir, que si nos enfrentamos a la realidad, no hay nada de agradable en una boda precipitada. Me alegro de no haberlo sabido ayer. Me habría sentido obligado a decirle algo... y no creo que hubiera tenido el valor.
La tensión de Lali se evaporé. Sería más fácil que su familia creyera que Peter no le había propuesto casarse. Ellos nunca entenderían lo que sentía. El no la amaba, no la necesitaba y nunca soñaría en pedirle que se casara con él si no se hubiera quedado embarazada.
Poco después de las nueve, llegó de vuelta a Templebrooke. Ogden la recibió con la noticia de que Peter no se encontraba en la casa. Esa misma tarde había tenido que irse a Italia.
—¿Italia? —pregunté con debilidad Lali con una intensa sensación de decepción.
—Un gran incendio en una de las empresas de su padre, señora -explicó Ogden—. Se sospecha que ha sido provocado. Han salido heridos un guarda de seguridad y otro encargado. Creo que el señor Lanzani estará fuera unos días.
Y sin embargo no le había dejado ningún mensaje ni la había llamado aunque sabía dónde se encontraba. Ni le había pedido que lo acompañara. Lali se fue a la cama abatida de miseria. Peter estaba enfadado con ella y eso lo podía soportar si estaba a su lado, pero no si se alejaba de ella. Sin embargo, al menos no se había ido a Nueva York. Entonces se sintió egoísta por aquella idea cuando había gente inocente que estaba herida.
A la tarde siguiente, Peter la telefoneó desde Milán con un acento frío y educado.
—Me temo que no sé cuando podré volver. La policía necesita toda la ayuda que pueda conseguir.
—¿Cuántos hombres han resultado heridos?
—El de seguridad está en Cuidados Intensivos, pero es joven y fuerte y tiene buenas posibilidades de recuperarse. El encargado murió. Su familia está devastada y descubriré al bastardo que ha hecho esto aunque me cueste la vida.
Mientras se dirigía a la casa de la ciudad a la mañana siguiente, Lali pensó en la conversación y la invadió una curiosa sensación de vergüenza. A los veinte años había admirado a Peter, su atractivo, su riqueza, posición y sofisticación.., el aspecto superficial de su imagen. Pero, ¿había llegado a conocer bien al hombre al que amaba?, se preguntaba ahora.
Se había sentido conmovida por la delicadeza y el tacto con que había tratado a Vico y a Stefani. De alguna manera, se había puesto a su nivel para que le entendieran. Había controlado su famosa impaciencia y hasta había admirado su casa para que se relajaran y se sintieran cómodos con él. Y la casa de su hermano era un monumento al mal gusto.
Y aún más. Pocos hombres de la posición de Peter dedicarían tanto tiempo a un empleado herido y a la muerte de otro. Sí, podrían pagar a un detective, visitarlos al hospital e intercambiar unas palabras con ellos, pero no se involucrarían personalmente como había hecho Peter. Bajo aquella superficie de distanciamiento, se escondía un hombre que merecía mucho más res eto del que ella le había profesado.
Dos días más tarde, Peter la llamó para decirle que acababa de aterrizar en Heathrow y que se iba directamente a la oficina porque tenía trabajo atrasado. Habían arrestado a un hombre por sabotaje. No tenía tiempo de contarle toda la historia, le dijo. Su voz tenía el tono distante de quien está pensando en otra cosa. Lali colgó sintiéndose asustada.
Esa tarde, Ogden llamó a la puerta de la sala donde estaba leyendo para anunciar:
—El reverendo señor Amadeo, señora.
Lali se levantó del sillón con una mirada de culpabilidad. Benjamin avanzó con mirada de
preocupación.
—Te iba a llamar para decirte dónde estaba... ¡De verdad! —le dijo Lali.
—Hubieras esperado hasta mi vuelta de Nueva Zelanda —intuyó Benjamin con mortificante
precisión—. Pero Stefani ha decidido confiar en mí.
—¿Que Stefani ha hecho qué?
—No creo que quisiera decírmelo, pero estaba preocupada por ti y por las noticias de que
estabas.., embarazada... Así que naturalmente pensé que debía tener unas palabras con Peter.
Lali se encogió.
—No deberías haber hecho eso, Benjamin.

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