Lali se estremeció y se puso pálida.
—Y he dicho chica porque no era una mujer. En muchos aspectos sigue siendo muy inmadura. Incluso aunque no vivía en un hogar feliz, seguía allí y no se atrevía a discutir las exigencias irracionales de su padrastro. En definitiva, era muy insegura de sí misma y muy inmadura. Pero pensé que podía aguantarlo hasta que se puso en contacto con mi estilo de vida tan diferente y, de re-pente, empezó a cambiar...
Lali se mordió el labio ante la imagen que tan bien conocía.
—Quise cancelar la boda y darnos más tiempo a los dos, pero dudaba de mi habilidad para convencerte de que no era un rechazo. La prensa hubiera tenido un buen día con la noticia de la cancelación, tú te habrías sentido humillada y nuestra relación no habría sobrevivido a la presión. No quería perderte así que seguimos adelante y al primer desafío nos derrumbamos. Y, de paso, Lali, lo admitas o no, habías bebido demasiado champán aquella noche.
El color abandonó sus mejillas y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Al mismo tiempo, un problema que no había previsto originó de repente una importante crisis en un día que debería haber sido maravilloso. Pero intenté explicártelo, intenté verte y lo único que conseguí fue una petición de divorcio por adulterio. Eso y aquel artículo sobre Euguenia marcaron el amargo final.
—Tú nunca me dijiste que me amabas —susurré Lali con voz estrangulada sacudiendo la
cabeza.
—Quizá no lo hiciera con palabras, pero pensé que lo había demostrado.
—Necesitaba que me dijeras que me amabas... lo necesitaba para sentirme más segura.
Pero Peter la estaba mirando como si ya no pudiera verla.
—Creo que deberías quedarte en Templebrooke unos cuantos días... damos a los dos un espacio
para respirar. Ahora mismo, no estoy de humor para darte seguridad.
Lali le miró con desmayo.
—Peter, yo...
—¡Dios mío! ¡Sacas el pasado como si todavía lo estuviéramos viviendo! No perdiste ni cinco minutos de tu tiempo hace cuatro años para discutir el asunto e intentar salvar nuestro matrimonio, pero ahora me lo arrojas todo a la cara. Pensé que éramos felices y en este momento estoy tan enfadado y amargado que no confío en mi mismo si te tengo al lado.
—Peter —gimió apenada Lali—. Te quiero.
—No, no me quieres. No sabes ni una palabra del amor. Si realmente me quisieras, aceptarías
algunas imperfecciones y secretos sin juzgarlos. ¡Confiarías en mí!
—Confío en ti —rogó Lali con fervor.
Pero Peter no la estaba escuchando ya. Mirándola con ojos pétreos, preguntó sombrío:
—¿Y quién fue el que intentó reunirnos de nuevo? ¡Desde luego, no fuiste tú! Ni siquiera tenias el valor de admitir que me deseabas... Tuve que usar a tu hermano para conseguir que volvieras y después el embarazo para mantenerte a mi lado. ¿Y crees que necesitas más pruebas, Lali? ¡Pues yo creo que ya tienes más de las que mereces! -
Lali se levantó para ir al cuarto de baño a secarse las lágrimas. Cuando salió diez minutos más tarde, Peter estaba hablando por teléfono arreglando el transporte por separado para los dos en cuanto aterrizaran.
—No quiero ir a Templebrooke sin ti —susurró con tensión seriamente conmovida por la forma en que había reaccionado Peter. Una pequeña grieta se había convertido de repente en un enorme abismo y no estaba segura de cómo había sucedido, pero de una cosa estaba penosamente convencida... Peter estaba de todo menos contento con su relación.
—No pienso disculparme por necesitar un poco de tiempo para calmarme -dijo Peter con frialdad.
Y eso fue todo.
Cuando salieron a la terminal del aeropuerto, Lali caminó como una sonámbula hasta la Iimusina. Benjamin la había advertido de que Peter estaba muy amargado, pero Lali no lo había visto porque, al contrario que ella, Peter si había sido capaz de dejar el pasado atrás.
Pero eso había sido bastante fácil para él porque nunca se habla encontrado en la posición de ella, en la de amar a una persona que crees que ama a otra.
A primeras horas de la tarde en Templebrooke, Lali se paseaba por el salón alterada por la enloquecedora forma en que Peter, con muy pocas palabras escogidas, había sido capaz de poner su relación patas arriba.
Peter estaba enfadado y amargado porque se había sentido obligado a usar a Vico y a su futuro hijo para que volviera con él. ¿Y qué le decía eso a ella? Peter había esperado y deseado algo más que compartir su cama.
Corriendo hacia el teléfono como un nadador ahogándose hacia un flotador, Lali descolgó y
marcó el número de la ciudad. Contestó Ogden.
—Me temo que el señor Lanzani está fuera, señora.
—Entonces estará en la oficina todavía.
—No, salió a cenar con la señorita Suares.
—¿,Qué?
—La señorita Euguenia, señora —aclaró Ogden con inocencia—. ¿Quiere que le dé el número del
restaurante o prefiere dejar un mensaje?
Así que Euguenia estaba de vuelta en Londres. No dudaba de que había ido directamente a casa de Peter como una paloma a su palomar. Era lo que hacía siempre en momentos de crisis. ¿Y por qué lo hacía siempre? Porque Euguenia lo amaba.
Oyó entonces el motor de un coche en la gravilla y corrió apresurada a los ventanales. Era el Ferrari negro de Peter. El corazón se le desbocó con un intenso alivio al verle salir, pero el alivio se convirtió en horror al ver un par de piernas enfundadas en unas medias brillantes salir por el asiento del pasajero. ¡Era Euguenia!
Lali apenas tardó un segundo en apartarse de los ventanales para que no la vieran. Se suponía que estaban cenando juntos en un restaurante. ¿Para qué la habría llevado Peter a casa? Con el ceño fruncido de asombro, oyó los pasos del ama de llaves apresurarse hacia la puerta principal mientras el timbre no dejaba de sonar con salvaje impaciencia. Peter había topado con la barrera de cadenas que se ponían cuando se iba el personal a casa a las cinco. Hubo un murmullo de voces y entonces se abrió la puerta del salón y apareció Euguenia en el umbral.
La rubia dirigió una mirada de inseguridad a Lali antes de mirar a sus espaldas en dirección a Peter.
—¡Oh, vete y déjanos solas! —dijo casi suplicante—. Te prometo que no diré una sola palabra
que pueda disgustar a tu mujer.
Cerrando la puerta, Euguenia avanzó por la habitación y se aposentó en un sillón.
—No sé por donde empezar... —confesó—. Pero tampoco he sido nunca muy buena en reconocer
mis errores y pedir disculpas.
—¿Por qué crees que debes disculparte?
—Porque fui una auténtica perra durante todo el tiempo que duró tu compromiso con Peter y yo sabía que estabas tras esa puerta aquel día y ni siquiera le advertí ni se lo dije después. Yo sólo quería que creyeras que se casaba contigo porque podías darle hijos... te odiaba y quería estropear vuestra relación.
—Pues lo conseguiste.
—No soy la misma persona de entonces. Estaba muy confusa e infeliz en aquella época, pero ya no soy así —declaró con tranquila confianza—. Peter era la parte más importante de mi vida entonces. Era muy dependiente de él y, cuando se comprometió contigo, me sentí amenazada.
—Estabas enamorada de él...
—No, no en el sentido que quieres decir —Euguenia se levantó de nuevo y se acercó a la ventana sin ocultar la tensión—. Peter podría habértelo contado todo y lo habrías entendido. Mis problemas de aquella época proceden de una infancia desgraciada —volvió a mirar a Lali con la mirada dolida y firme—. Mi padre era un hombre violento. Pegaba a mi madre y, cuando ella murió de un ataque al corazón, utilizó los puños contra mí.
—¡Oh, no!
—Me sacaba de la escuela si las marcas eran demasiado evidentes. A menudo tenía que mentir y decir que había tenido un accidente. Nuestra ama de llaves sabía lo que estaba haciendo, pero valoraba su trabajo y aparentaba que no sucedía nada. Yo no quería que nadie supiera nada. En cierto sentido, ayudé a mi padre a seguir haciéndome lo que me hacía.
—Debió de ser una pesadilla —murmuró Lali con auténtica simpatía.
—Cuando tenía dieciséis años, Peter apareció como caído del cielo a hacernos una visita. No lo habíamos visto en años. Mi padre estaba en el trabajo y yo en casa curándome de un par de costillas rotas —recordó con aspereza Euguenia—. Pero Peter vio los moretones y no se dejó engañar con facilidad. Me sacó toda la historia y se fue directamente a Londres a hablar con su padre.
—¡Gracias a Dios! —susurró Lali.
que bueno que se aclaro todo lo de euguenia le doy a peter la razon de darse un tiempo porque lali necesita confiar en el y dejar el pasado aparte
ReplyDeletepone massssssssssssss
ReplyDeleteotro :)
ReplyDeleteY esa era la verdad detrás de todo lo que interpretó Lali, al fin resuelto
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