-¿Quién? ¿De qué estás hablando?
-¡De Candela!
Un silencio espeso reinó entre ellos. ¿Cómo podía ser Peter tan obtuso cuando se trataba de Candela? El respiró hondo.
-Candela es una buena amiga, muy buena -soltó Peter con diplomacia.
-¡Ah, creo que ya lo he entendido!
-Entonces trata de entender esto también: no voy a permitir que nos pongas en un compromiso en público, ni a ella ni a mí. Y ésta es mi última palabra. Procura acostumbrarte antes de que pierda la paciencia.
Y con aquella advertencia Peter se volvió y comenzó a hablar con su padrino, Agustin. Lali temblaba de ira. No podía creer que él se hubiera atrevido a hablarle así, que no comprendiera lo inoportuno del ruego de Candela.
Peter se volvió hacia ella poco después. Lali levantó el mentón y dijo:
-No puedes hablarme como acabas de hacerlo, Peter. -¡Ah!, ¿no? ¡Tienes mucho que aprender de los hombres griegos! Y no dejaré de señalarte cuándo te equivocas.
En aquel momento Lali pensó que había aprendido lo suficiente. Estaba rabiosa. Pero lo cierto era que no creía estar equivocada. Sin
embargo la duda comenzó a corroerla. Subieron a la limusina que los llevaría al Hotel Savoy, donde se celebraría la recepción. La actitud de CAndela había sido inconveniente más que hiriente. Y probablemente se debiera más que nada a su inseguridad en su matrimonio y en Peter.
-Peter, éste no es un momento fácil para mí... -murmuró Lali. Peter contempló aquella mirada confusa e inquisitiva, aquel cambio de actitud tan desconcertante para él-. No sabía que fuera a haber tantos invitados, apenas conozco a nadie. Y además todos tus amigos y tus parientes esperaban que te casaras con Candela.
-Sí, pero...
-Peter, es perfectamente natural que se pregunten por qué te casas conmigo en lugar de con ella, y además tan de repente... -se ruborizó-. Y si han llegado a la conclusión a la que se suele llegar en estos casos... bueno, la verdad es que es completamente cierto. ¡Estoy embarazada! Es natural que me sienta muy sensible en un día como hoy -Peter apretó la mano de Lali con firmeza, inesperadamente. Sus ojos dejaron de tener aquella expresión fría y de distancia-. Por eso, quizá, me haya excedido con lo de Candela...
-No -suspiró Peter-. Una vez más yo me he apresurado a juzgarte, y lo siento. Te aseguro que no me había dado cuenta de cómo te sentías. Era maravilloso comprobar el efecto que causaba una pequeña explicación. Lali observó a Peter mientras levantaba su mano y se la llevaba a los labios. Su corazón pareció henchirse de pronto y latir acelerado, y una sincera y sencilla ola de júbilo la inundó.
-Y encima ni siquiera tienes familia propia que te apoye -añadió Peter serio.
-A mi madre le hubiera encantado la ceremonia... -sonrió Lali.
-Diste en el blanco cuando dijiste que no tengo tacto -concedió Peter atrayéndola a su lado y suspirando-. ¿Has hecho el amor alguna vez en una limusina?
-¡Sí, por supuesto! ¡No deseo más que entrar en el Savoy con el maquillaje corrido y el pelo revuelto!
-Podría persuadirte...
-Pero no lo harás. Vas a resistir como un mártir hasta esta noche...
En el hotel Lali y Peter saludaron a cada invitado que iba llegando. Lali sostuvo una decidida sonrisa al ver aparecer a Candela, que se inclinó a besarla con total seguridad en sí misma y siguió su camino. Aquello enervó a Lali.
-Trata de comprender cómo se siente ella -observó Peter.
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