Peter llevó a Lali hasta un espacioso dormitorio, provisto de cuarto de baño adjunto. Peter abrió los grifos del agua para que la bañera se llenase mientras le quitaba a Lali la chaqueta y después intentó bajarle el cierre de su traje, pero ella se apresuró a impedírselo.
-No... gracias... yo sola puedo -declaró.
-¿Por qué eres tan tímida? -Peter la contempló con seriedad-. No tienes nada que yo no haya visto antes.
Ella no deseaba darle una mala contestación, pues él se había portado muy bien con ella y quizá no se diese cuenta de lo insultantes que sus palabras le parecían.
-A mí no me has visto.
-De acuerdo -contestó Peter echándose a reír-. Te dejaré conservar tu misterio en paz.
Se fue, sin dejar de reír, y Lali, por más que pensó, no pudo imaginarse qué le parecía a él tan gracioso. Y no le gustó que su pudor y sus inhibiciones lo hiciesen reír. Al meterse en la bañera, recordó el mortificante momento en que, entre los brazos de Peter, su cuerpo reaccionó de una manera tan inexplicable a su masculinidad. Nunca le había sucedido eso... bueno, quizá eso no fuese absolutamente cierto. Cuando ella tenía dieciséis años, Peter provocaba aquel explosivo efecto en ella, y ella se había sentido avergonzada ante esas sensaciones físicas, las cuales no sabía manejar por ser demasiado inmadura. Pero ahora, cuando ya tenía más edad y Peter se había limitado a ofrecerle el hombro para llorar, se sintió aún más incómoda.
Estaba claro que el hecho de amar a Benjamin no la incapacitaba para reaccionar ante el atractivo de algún otro hombre. Pero no, debía tratarse de una reacción instintiva, un recuerdo de su adolescencia. O quizá, lo que era aún más probable, se tratara de algo provocado por la sobreexcitación sufrida. Al terminar de bañarse, se envolvió en una toalla y se encaminó hacia el dormitorio, donde descubrió que sobre la cama se encontraba una extravagante négligé:
Lali la tomó entre los dedos, reacia, y acercó la delicada tela a su rostro. Olía a nuevo. Se lo puso y se metió en la cama, sintiéndose muy incómoda con esa clase de ropa a la que no estaba acostumbrada. Entonces Thompson hizo su aparición para llevarle una taza de té en una bandeja de plata y preguntarle, antes de retirarse con el mismo silencio, si tenía hambre.
Y ella adivinó que el mayordomo estaba acostumbrado a ver mujeres en esa cama, pero de muy diferente aspecto al de ella. Altas rubias o morenas de largas y esbeltas piernas y dotadas de exhuberantes atributos.
¿Habría Peter estado alguna vez enamorado? La curiosidad que sentía Lali era exasperante, pero inevitable. Cuando se dio cuenta de que en el apartamento no había ninguna otra mujer, se alegró mucho, pues no se sentía segura de saber manejar la situación con suficiente tranquilidad. Frunció el entrecejo. Lo que Peter hiciera en su vida privada no era en absoluto de su incumbencia. Benjamin nunca comprendió la clase especial de afecto que ella sentía por Peter, y eso la sorprendía. ¡Una mujer puede
admirar a un hombre sin que exista una implicación sexual!
otrooooooooo
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