-El sitio de Lali está al lado de su marido, y Peter es un hombre muy ocupado -le reprendió Teresa a su hermana-. ¿A quién más has visto que haya llamado a un helicóptero porque no puede ir en coche?
-Peter siempre se despide en persona -interrumpió el abuelo.
De pronto Lali se dio cuenta de la más cruda realidad. Peter no iba a volver a aquel pueblo nunca más. La próxima vez que los visitara, tendría que ir ella sola, para comunicarles la noticia de su separación. Aquello seguro que avergonzaría a su abuelo, quien quería a Peter más de lo que había querido jamás a su propio hijo. Y todos le echarían la culpa a ella...
Lali se durmió durante el vuelo. Cuando Peter la despertó, miró por la ventanilla, quedando desorientada por la vista, porque no estaban en el aeropuerto de Roma. El helicóptero había aterrizado en un prado inmenso.
-Tienes la misma pinta que los niños cuando vuelven de haber pasado un día en la playa-censuró Peter, cuando puso pie en tierra. Parecía estar tenso. Cuando observó la expresión en su cara, apretó los labios. Se detuvo, para apartarle unos mechones de pelo de la cara, intentando al tiempo estirarle un poco su arrugado vestido de algodón.
Lali caminó a su lado por el césped. Era césped. Césped en un sitio tan grande, pensó. Se dio cuenta de dónde estaba, cuando de pronto apareció ante ella un edificio impresionante, tostándose al sol de la media tarde.
-Esa es mi casa -le dijo Peter, poniéndole una mano en el codo.
-¿Tu casa? ¿Dónde estamos? -preguntó, boquiabierta.
-A unos treinta kilómetros de Roma. Los paparazzi no nos molestarán aquí. Tenemos guardias de seguridad y circuito cerrado de televisión. No cae una hoja en Villa Fontana sin que lo sepamos.
Fascinada, Lali miró la belleza de aquella mansión que tenía frente a ella. Tenía una parte central con dos alturas, y dos alas a cada lado, formando una media luna. En uno de los extremos de la casa, Lali vio una de las limusinas más largas que había visto jamás.
-Vas a conocer a mis padres -le dijo Peter, con cierta tensión en su cara-. Debes sentirte honrada, porque han venido desde Suiza para manifestar su horror y desaprobación.
-¿Tus padres? -le preguntó Lali.
-Hubo un tiempo que soñaste con conocerlos -le recordó Peter-. Decías que para intercambiar recetas de cocina con mi madre. Incluso llegaste a decir que querías escribirles, para decirles que estabas cuidando de mí.
-¡No me lo recuerdes! -exclamó Lali, poniéndose roja como un tomate, mientras subía por las escaleras.
Entraron a un inmenso vestíbulo, adornado con columnas y estatuas de mármol. Lali quedó impresionada por tanta grandiosidad.
-En aquel tiempo, yo sabía tanto de ti, como un marciano que acaba de aterrizar en este planeta. ¡Pero no creo que éste sea el momento de conocer a tus padres, con esta pinta!
-Lali... daría lo mismo, aunque fueras la diosa de la perfección y el buen gusto.
-¿Por qué no me dijiste que tus padres iban a estar aquí esperando?
espero que los padres de peter no traten mal a lali mas
ReplyDeletemassss
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ReplyDeletesube mas
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