Tuesday, September 8, 2015

capitulo 8

-«Y en el caso de que mi nieta Lali siga adelante con esa relación que yo no apruebo, y por lo tanto no contraiga matrimonio con mi nieto, mis propiedades se pondrán a la venta y el producto obtenido será abonado a Alcohólicos Anónimos».
-¿A qué relaciones se refiere? -preguntó Agustin molesto después de aclararse la garganta.
-Agustin, ese asunto es sólo de mi incumbencia -respondió Lali poniéndose de pie para despedir a sus tíos que se retiraban-. Por favor, perdóneme un momento, señor Coverdale - musitó, y se dirigió hacia el vestíbulo.
-Lo siento -dijo Vico muy apenado-. No quería ofenderte.
-No te preocupes.
¿Con cuánta frecuencia la había avergonzado Adam a ella delante de los demás? Demasiadas veces, recordó Lali mientras descendía los peldaños para acercarse a su tía y su tío.
-Oh, no es culpa tuya -le decía Celia con petulancia a su sumiso esposo-. Yo odiaba al miserable y agarrado viejo y no me importa si era tu padre. ¡El nunca me dijo ni una sola palabra amable!
-¿Os vais a quedar a cenar? -preguntó Lali con tristeza, y Celia se volvió hacia su sobrina.
-¿Bromeas? -preguntó cortante-. Te deseo que seas feliz con Agustin. ¡Es igual a Adam!
Su tío le acarició la mano.
-Ella no habla en serio. Agustin es un buen hombre.
Lali los observó irse y al volverse se encontró con que el señor Coverdale estaba tras ella en el vestíbulo.
-Ya he terminado, señorita Esposito. Si tiene alguna duda, por favor no dude en llamarme.
-¿Dejó algo mi abuelo para el personal doméstico? -le preguntó ella con ansiedad.
-Por desgracia no. Me temo que mi cliente no fue muy generoso.
Aturdida, Lali dirigió la mirada hacia la sala de estar, donde Agustin y Julia se encontraban conversando confidencialmente. A Peter no se le veía por ningún lado; lo más probable era que se hubiese refugiado en la biblioteca. Lali se encaminó hacia la cocina. ¿Qué sería ahora de su vida?
Su abuelo la había sacado del colegio a los dieciséis años de edad, por lo que no tenía la preparación adecuada para ninguna profesión. Al entrar en la cocina, vio a Maisie sentada ante la mesa. Lali desvió la mirada y se sintió invadida por una terrible amargura ante el egoísmo de su abuelo. Por desgracia, ella no poseía ni un centavo propio para ayudar a los Morley. Lo menos que su abuelo debería haber hecho era haberles dejado la casita en la que vivían para que pasaran el resto de su vida en ella. Qué satisfecho debió haberse sentido él al redactar aquel testamento en el que el único favorecido sería Agustin.
Ya eran más de las cinco, así que sacó el canasto de las verduras y lavó algunas
patatas, pues debía empezar los preparativos para la cena.

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