—Pero eso no responde a mi pregunta, ¿no? —dijo él—. ¿Por qué yo? ¿Por qué después de veintitantos años, te despiertas un día y decides irte a la cama con un extraño?
Lali sintió una punzada de pánico en el estómago. Se acomodó, incómoda, en el asiento. «Veintitantos años», pensó.
—¿Y eso qué importa? —preguntó Lali con un tono levemente irritado—. ¿Les haces tantas preguntas a todas las mujeres con las que te acuestas o yo estoy recibiendo un trato especial?
Peter la miró un momento. El corazón de Lali estaba acelerado. Lo miró deseando que no se ofendiera y se marchase.
Peter le gustaba tanto… Pero era un lío volver a verlo. Y todo porque tenía pánico de confesarle que normalmente ella usaba algodón y no lycra, se cepillaba el cabello en lugar de usar laca para que le quedara voluminoso, y no iba a clubes nocturnos.
—Tienes razón —dijo él finalmente—. No es asunto mío con quién te acuestas y por qué… Si es la primera vez o la centésima. Aunque me alegro de no haber sido tu número cuatrocientos —sonrió.
—¿Con cuántas mujeres has estado? —preguntó Lali antes de que pudiera reprimirse—. Lo siento —se disculpó enseguida—. No he debido preguntarte eso… —¡Eh!, no es una pregunta peor que las que yo te estaba haciendo.
Peter se quedó callado un momento, removiendo el té distraídamente, derritiendo terrones de azúcar.
—Supongo que lo mejor en este caso es ser sincero y decir que no tengo ni idea. Sé que no suena muy bien, y que no da una buena imagen de mí, pero es la verdad.
—¿Tantas?
Él se encogió de hombros.
—Soy dueño de un club nocturno muy popular donde acuden muchas mujeres hermosas y solteras a pasar un buen rato, y yo nunca me he considerado un monje. Pero lo curioso es… —Peter hizo una pausa y repiqueteó con los dedos sobre la mesa. Luego la miró con los ojos borrosos y gesto serio y agregó—: Que fui absolutamente fiel a mi esposa. Desde que empezamos a salir, jamás miré a otra mujer.
Lali se quedó con la boca abierta. De todas las cosas que había imaginado de Peter, la de que había estado casado no se le había ocurrido en absoluto. Se habría sorprendido menos de saber que usaba ropa interior femenina.
—¿Estuviste casado?
—Casi cinco años —asintió él.
—¿Qué sucedió?
—Ella se casó por mi dinero —respondió Peter con amargura—. O más bien, por el dinero de mi familia. Por supuesto, yo no lo supe hasta que decidí abrirme
camino solo poniendo un club nocturno.
Maass
ReplyDelete