—Sí, hacía falta que los echase —luego movió la silla de Lali y la puso a su lado—. Y no, no podía acompañarlos —le agarró la mano y la colocó encima de su erección.
—¿Te imaginas la reacción que podría haber provocado si me hubiera levantado y me hubieran visto así? Esto parece una tienda de campaña.
—¿He hecho mal en jugar contigo como tú lo has hecho conmigo?
—Oh, no es eso. Pero tal vez no debiste hacerlo antes del postre.
—Tú has empezado —dijo Lali con la respiración algo agitada.
—Y pienso terminar. Ven aquí.
Antes de que pudiera reaccionar, Peter la puso en su regazo, de cara a él. Ella sintió la presión de su sexo a un lado de su muslo mientras Peter rodeaba su cintura y la estrechaba hasta que sus bocas se encontraron.
Sus labios devoraron los de ella, jugando, lamiendo. Ella se excitó más al sentir las caricias de Peter en su espalda.
Ella sabía que no tenía ninguna experiencia en hacer el amor. Pero no podía evitar pensar que aunque se hubiera acostado con cien hombres, jamás habría sentido lo que sentía con aquel hombre.
Lali hundió los dedos en el cabello de Peter sin dejar de besarlo. Peter le acarició el escote y luego los senos. El calor de sus dedos la quemaba a través de la tela del vestido. El pulgar de Peter acarició sus pechos, volviéndola loca, y ella gimió al notar el deseo que palpitaba entre sus piernas.
Por detrás de ellos le pareció oír un ruido, pero las sensaciones que sentía borraron todo lo demás. El club podría haber estado lleno de gente, que a ella le hubiera dado igual.
Pero a Peter, al parecer, no le daba igual.
Con un gruñido de frustración, Peter la soltó y le pasó la mano por el pelo, mientras miraba sus labios rojos. Le acarició el labio inferior con el pulgar.
—Tenemos público —dijo él en voz baja.
Lali se dio la vuelta y vio a un empleado del catering de pie, a unos metros de allí, claramente incómodo.
Ella pensó que debía sentirse avergonzada por ser sorprendida en una situación tan descarada. Al menos, tendría que haberse quitado del regazo de Peter.
Pero no podía moverse. Un calor intenso corría por sus venas, y las derretía.
—Para lo que quiero hacer, deberíamos estar solos… Vayámonos de aquí —dijo Peter.
Peter echó la silla hacia atrás y se puso de pie, incorporándola a ella también. Lali tenía puesto un solo zapato de tacón de satén rojo. Le temblaban las piernas de debilidad.
Sube mas
ReplyDeleteestos dos me matan jajajaaj
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