Tuesday, November 17, 2015

capitulo 60

Lali se apartó de él. Se sentía incapaz de regresar a la recepción hasta que hubiera conseguido serenarse un poco más, por lo que se sentó un rato en uno de los sofás que había en el vestíbulo. Se arrepintió al ver que disfrutaba de nuevo de la poco deseada compañía de Juan, que se sentó a su lado y la tomó de la mano.
—Mira, quiero disculparme contigo. Lo que he dicho ha sido una tontería y lo siento. Preferiría que me cortaran el brazo derecho que hacerte daño.
—Ya es demasiado tarde, así que adelante.
En aquel momento, Peter apareció ante ellos. Su repentina presencia sobresaltó a Lali. Juan apartó rápidamente la mano de la de ella. Los hermosos rasgos del rostro de Peter parecían de acero.
—¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Sentada aquí y flirteando con mi primo?
Juan se puso de pie inmediatamente al oír aquella acusación.
—Estaba intentando disculparme ante Lali.
—¿Por qué te estabas disculpando?
—¡Dejadlo, por favor! —exclamó Lali, tratando de reclamar un poco de dignidad—. Todavía no he llamado a Tomas.
Juan había empezado a hablar con Peter en italiano. Era como si Lali no estuviera presente, por lo que decidió marcharse en busca de un teléfono público.
Peter el número, pero le dijeron que Tomas estaba echándose una siesta. Sarah le preguntó si quería que lo despertara, pero Lali le dijo que era mejor que lo dejara dormir. Tras colgar el teléfono, decidió que en el día de su boda se le negaba hasta el poder hablar con su hijo. Nunca se había sentido tan sola en toda su vida. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
—Lali... Juan me ha contado lo que ha ocurrido.
Era Peter. Le había colocado una mano sobre el hombro. Antes de darse la vuelta, trató de recuperarla compostura.
—No importa.
—Claro que importa
—Justo antes —dijo Lali, dándose la vuelta en aquel momento—, oí a un par de invitadas hablando sobre lo barato que era mi vestido, sobre mi ridículo acento y sobre mi cabello de muñeca de trapo...
—¿Quién diablos...?
—No importa. ¡Todos son iguales! ¡Son horribles! ¿Sabes una cosa? Si hubiera invitado a mis amigos, tal vez habrían bebido más de la cuenta y se habrían reído más alto de lo aconsejable, pero te aseguro que no se habrían dedicado a despellejarte. De donde yo vengo, las bodas son momento de alegría. Además, no sé cómo deshacerme de ese estúpido mensaje —añadió,
devolviéndole el teléfono—, pero o estás burlándote de mí o estás siendo
demasiado
refinado
como para decirle a esa mujer dónde debe meterse.

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