Peter le mostró un impresionante cuarto de baño de estilo Victoriano, que tenía su propia chimenea, y buscó un par de tijeras y, con mucho cuidado, le cortó los hilos que le sujetaban los pendientes. Al ver las pequeñas marcas rojas que le habían dejado en los tiernos lóbulos, los acarició suavemente.
—¿Por qué te los has atado tan fuerte?
—Es que no quería perderlos...
Peter se quitó la corbata y se desabrochó el cuello de la camisa. Entonces, volvieron juntos al dormitorio. Allí, Peter dejó la chaqueta sobre una silla.
De repente, Lali se sintió muy tímida, como si nunca antes hubiera experimentado el amor con él.
—Me alegro de que no te cambiaras de traje,
bella mía.
Me he pasado
todo el día fantaseando sobre este corpiño...
—¿De verdad? —preguntó ella.
Al oír aquellas palabras, había sentido como si su cuerpo volviera a la vida, como si los pezones se le irguieran bajo el corpiño ansiando las caricias que le prometía la noche.
—Me encanta cómo me miras... Lo haces como si, para ti, no hubiera otro hombre en el mundo.
Y así era, pero no se trataba de un sentimiento al que Lali quisiera darle publicidad, sobre todo, cuando el objeto de tanta adoración era un hombre que le había dicho que «podría llegar a sentir cariño por ella». Sin embargo, deseaba que la amara, de verdad, como había amado a su ex novia....
—Eres toda calidez, promesa y deseo... Y me enciendes cada vez que te miro...
—Oh.
Lali suspiró al sentir que Peter le besaba dulcemente un hombro. Sabía exactamente cómo tocarla...
—Tu vestido encaja perfectamente con la decoración de esa habitación. Yo debería llevar una de esas casacas de estilo Tudor y un sombrero de plumas —bromeó Peter.
—Seguro que los novios de aquel entonces eran unos cerdos.
—No necesariamente. Hay cartas de
amor y
diarios en la biblioteca que
hay abajo que cuentan una historia muy diferente —explicó Peter, mientras iba soltándole poco a poco los lazos del corpiño.
Cuando terminó de retirárselo por completo, descubrió que Lali no llevaba sujetador.
—Es que se me veía a través de la seda del vestido, por la espalda. Por
eso me lo quité...
—No te disculpes por algo que me gusta,
cara...
Maaass
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