Wednesday, December 9, 2015

capitulo 27

Peter se inclinó hacia ella para estar más cerca y que nadie le oyera. —Miembros de esa prensa de la que hablabas hace un momento. Suelen seguir a los miembros de la familia real allí donde van. Le tendió nuevamente la mano y añadió: —Vamos. Es hora de entrar. Ya te acostumbrarás a su presencia. Ella no estaba tan segura. Si sólo momentos antes se encontraba feliz y ansiosa por comenzar a trabajar, en ese momento temía salir del vehículo y tener que enfrentarse a los fotógrafos que rodeaban el coche como buitres. Ya había tenido bastante en su casa en Texas. Había aceptado la invitación a Glendovia, precisamente para escapar de los medios. Y allí estaba, rodeada otra vez de flashes. Claro que esta vez no era ella el centro de atención, gracias a Dios. Pero eso no quería decir que le gustara que le sacaran fotos sin su permiso, como tampoco le había hecho ninguna gracia que lo hicieran en Estados Unidos. Tomó aire y controló el nerviosismo lo mejor que pudo, antes de darle la mano a Peter y dejar que la ayudara a salir del coche. Caminó mirando al frente, hacia el edificio de ladrillo en el que estaban a punto de entrar. Apretaba el asa del maletín con la mano izquierda casi desesperadamente, concentrada en relajar la mano derecha. No quería dar motivos a Peter para que se percatara de lo mucho que le disgustaban los periodistas, que se arremolinaban en torno a ellos, sacando fotos sin parar y llamándole para que les hiciera caso. Peter  sonrió e hizo un gesto educado con la mano, pero por lo demás los ignoró completamente y no se detuvo en ningún momento. El ejército de fotógrafos se iba abriendo conforme se acercaban los dos, hasta que, finalmente, estuvieron dentro del edificio. Lali  soltó el aliento que había estado conteniendo y se zafó de la mano de Peter, dejando una distancia de seguridad entre ambos. Cuando levantó la vista, se encontró un brillo divertido en los ojos de Peter. El movimiento, había sido un acto de auto conservación y él lo sabía. Lali se maldijo, pensando que seguro que él percibía lo mucho que la atraía, lo que probablemente tomaría como señal de que se encontraba mucho más cerca de su objetivo: meterla en su cama. —Alteza —dijo una voz, y una mujer de cierta edad se acercó a saludarlos precedida por el repiqueteo de sus zapatos. Hizo una pequeña reverencia ante Peter y sonrió a Lali. —Soy la señora Vincenza, administradora del hogar. Estamos encantados de que nos haya honrado hoy con su presencia. Espero que encuentre todo a su gusto y haremos todo lo que esté en nuestra mano para contribuir a sus generosos esfuerzos.

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