Unos segundos después, abrió los ojos y se encontró tumbada sobre la cama de Peter. Y se dio cuenta de que él le estaba quitando la falda.
- Oh...
-Oh, ¿qué? -sonrió él, mientras se quitaba la camisa. Una sonrisa gloriosa, la más bonita que Lali había visto nunca.
Estaba mareada por aquella sonrisa. Tanto que simplemente se apoyó sobre un codo para mirarlo. Sin la camisa, era magnífico. Piel bronceada, vello negro, musculos marcados... Cuando empezó a quitarse los pantalones, Lali se puso colorada, pero no podía resistir la tentación de mirar.
Observó su estómago plano y el vello que terminaba en los calzoncillos... Y después tuvo que parpadear, sorprendida. La potencia de su erección era patente. Asustada de repente, Lali apartó la mirada.
Allí estaba, a punto de cumplir veintitrés años y todavía virgen. Y amaba a Peter, aunque él no la amase. Pero si la ponía nerviosa ver cómo se desnudaba, ¿cómo iba a poder hacer... lo que seguiría a aguello? Lali sintió pánico. No podían hacerlo. El se daría cuenta de que era virgen y descubriria el engaño.
-Peter... -empezó a decir.
-¿Impaciente?
-Pues... no.
El se tumbó a su lado y empezó a quitarle la blusa.
-¿Qué te pasa?
-Quizá no deberíamos ir tan deprisa.
-Estás muy tensa, querida.
-Si, pero...
-Me encanta tu boca -confesó Peter, colocándose sobre ella. La proximidad del hombre hacía que Lali se olvidara de todo-. ¿Si?
-Nada -contestó ella, enredando los dedos en su pelo, perdida por completo.
Peter empezó a besarla y Lali, aplastada contra el cuerpo masculino, obviamente excitado, estaba en peligro de perder la cabeza. El empezó a acariciar sus pechos y Lali tembló, sintiendo un calor inesperado entre las piernas.
-Me encantan tus pechos -murmuró Peter, acariciando uno de sus pezones con la punta del dedo antes de tomarlo con la boca. Su respuesta a la caricia la tomó por sorpresa. Lali se movía debajo de el, sin pensar, temblando. Su piel era más sensible que nunca.
-Por favor... -gimió.
Con los ojos brillantes, Peter empezó a acariciar sus muslos y Lali se sintió poseída de una fiebre que la controlaba por completo. -Entonces, me deseas de verdad... -murmuró él.
-¿Es qué no lo sabes?
-Las mujeres mienten. Pero si hubieras intentado engañarme lo habría sabido, gatita.
Peter introdujo la lengua entre sus labios, saciando la sed que ella no podía disimular. Cuando empezó a acariciar el centro de su femineidad, Lali arqueó la espalda, emitiendo un gemido convulsivo. El placer era tan intenso que se retorcía debajo de el, fuera de control.
Y entonces, cuando estaba a punto de rogarle que la hiciera suya, Peter se colocó entre sus muslos. -Eres tan pequeña. Tengo miedo de hacerte daño, querida.
En ese momento, Lali recordó que era virgen.
-Peter...
-Ya lo sé. Yo tampoco puedo esperar más. Nunca he estado más caliente por una mujer -la interrumpió él. En un momento, el pánico que había sentido desapareció. Lali se vio a sí misma como una mujer que volvía a los hombres locos de deseo. Y le encantaba esa imagen. Cerró los ojos cuando el la penetró y fue el momento más intenso de su vida. Todo su ser estaba concentrado en aquella invasión. El dolor duró apenas un instante. El resto era un placer desconocido-. Eres increíble, gatita -murmuró Peter, embistiendo con fuerza.
Lali se perdió en una tormenta de emociones. Con cada movimiento, el hacía que lo desease más y más. Estaba quemándose. Y cuando llegó el éxtasis, Lali gritó sin saber que lo estaba haciendo.
Más tarde, estudió el rostro de Peter. El había lanzado un gemido ronco de placer, todo su cuerpo tenso mientras llegaba a la cima. Y ella había sonreído como una gata, apretándose contra el húmedo cuerpo masculino. -Eres maravilloso.
-Ha estado bien -dijo Peter, como un indolente felino acostumbrado a recibir cumplidos de ese tipo-. De hecho, ha sido espectacular, gatita. Te deseo otra vez -murmuró, apartando el pelo de su cars.
-Sí -murmuró Lali.
-Y otra vez. Y otra. ¿Cuántas veces podemos hacerlo?
-¿Quién está contando? -susurró ella, escondiendo la cara en su pecho.
Peter apartó las sábanas entonces y se sentó de golpe sobre la cama. Lali se quedó helada. Sobre la sábana había una mancha de sangre.
-¿Qué es esto?
-Mi rodilla -dijo Lali-. Me caí esta tarde en las ruinas.
-¿Y no me has dicho nada? En este clima, cualquier herida necesita atención medica -la regañó él. Peter observó la herida y fue al cuarto de baño para buscar antiséptico-. Debes tener cuidado. Hasta una herida tan pequeña como esa puede producir una infección - siguió diciendo el, mientras la curaba. Pero Lali se sentía aliviada. Peter había estado muy cerca de descubrir el engaño de identidades-. No quiero que vuelvas a salir sola de casa -decretó él entonces. Lali no pudo evitar una sonrisa-. ¿Qué tiene tanta gracia?
-Tú. ¿Siempre has sido tan autoritario?
Peter la tumbó de nuevo sobre la cama.
-Siempre, querida -contestó él, sujetando sus manos. Peter sonreía, la sonrisa de un macho seguro de ser bienvenido.
Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba en su propia habitación. Peter debía haberla llevado allí cuando se quedó dormida.
Mientras se duchaba, sólo podía pensar en él. ¿Cómo podía haberse enamorado en una semana? Pero había sido una semana muy intensa y Peter era único.
Estaba cansada, pero decidida a aprender a usar un ordenador. No quería que Peter pensara que iba a aprovecharse de su recién adquirida intimidad. Era irónico, pensó. No era sólo por su hermana por lo que quería probarle a Peter que no era una perezosa y una frívola.
Masss
ReplyDeletesube otro
ReplyDelete