Friday, December 11, 2015
capitulo 59
Bajó la voz, hasta que no fue más que un susurro intenso y seductor, al tiempo
que empezaba a acariciarle el cuerpo. Primero la cintura, la curvatura que marcaba el
inicio de su pecho, después la tierna carne de la parte superior del brazo. Fue un
contacto breve y leve como una pluma, tan sólo las yemas de los dedos contra el
tejido de su vestido o la piel descubierta.
Y pese a casi no tocarla, notó el escalofrío de excitación que la recorrió por
dentro, lo que a su vez produjo en él una sensación de calor abrasador, que se le
concentró en la entrepierna. Notó la rigidez de su sexo al instante, una excitación tal
que a punto estuvo de tirarla al suelo y hacerle el amor allí mismo.
No lo haría, claro, pero no porque corriera sangre azul por sus venas. Cuando
se encontraba a solas en una habitación con Lali, poco le importaba su
sangre real.
No, fue la propia Lali la que hizo que contuviera sus instintos básicos.
Bastante nerviosa, cohibida y arrepentida estaba ya por lo ocurrido la noche anterior.
Lanzarse sobre ella sólo serviría para que se replegara aún más en su burbuja
protectora, en un intento por alejarse de él.
Sabía que lo que tenía que hacer era ir poco a poco, retomar su plan original, y
hacerla objeto de un ejercicio de seducción intachable.
Claro que volvería a tenerla en su cama, esa misma noche en lo que a él
concernía. Pero tendría que persuadirla.Lali elevó el pecho al tomar aire, cerró los expresivos ojos castaños un
momento y bajó la cabeza en señal de derrota.
—Por favor, no lo hagas —dijo con la respiración entrecortada—. No me hagas
hacer algo por lo que me odiaré después.
Entreabrió los ojos y levantó la cabeza para mirarlo a los ojos. Había
determinación en su rostro, pero también tristeza.
—No quiero ser la amante secreta del príncipe Peter, un entretenimiento
pasajero mientras estoy en Glendovia, de quien te despedirás una vez termine mi
trabajo y en quien no volverás a pensar más.
Algo en sus palabras le retorció el corazón de forma muy dolorosa, y por un
momento Peter reconsideró su inquebrantable determinación de tenerla, sin
pensar en las consecuencias.
No quería hacerle daño, no quería ser el culpable de que lo mirara con tanta
tristeza. Lo que quería era abrazarla, besarla, saborearla como se hace con el brandy
más exquisito.
¿Por qué tenía que ser más complicado? Los dos eran adultos, capaces de tomar
sus propias decisiones y hacer con su tiempo libre lo que les viniera en gana.
Se inclinó ligeramente sobre ella hasta quedar a escasos milímetros de sus
voluptuosos labios, acariciándole las mejillas con su cálido aliento.
—No quiero que te odies —murmuró en voz baja—. Sólo quiero estar contigo.
Y aunque no pueda cambiar lo que soy, ni la prudencia que requiere mi comportamiento en esta familia, no creo que eso tenga que influir necesariamente en
el tiempo que pasemos juntos. Lo que hagamos cuando estemos solos, lejos del ojo
público, no le incumbe a nadie más que a nosotros.
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