Sunday, December 13, 2015
capitulo 64
En vez de discutir o rendirse demasiado rápido, se encogió de hombros y dijo:
—Supongo que tendremos que esperar para averiguarlo.
El vuelo de un extremo a otro de la isla no duraba mucho, y fueron directos,
desde la pequeña pista de aterrizaje privada, a la oficina en la que tendría lugar la
reunión.
Lali se quedó muy sorprendida cuando se enteró de que no habían ido allí
a tratar de la constitución de la nueva fundación en una reunión informal, sino a
poner el proyecto en funcionamiento.
A medida que transcurría la mañana de reunión en reunión con las distintas
personas involucradas, Lali se dio cuenta de que Peter no se había
equivocado. Se alegraba mucho de haber ido.
Era muy emocionante, ver lo mucho que estaban avanzando en tan poco
tiempo. Tuvieron una comida de trabajo, en la que conoció a un montón de personas
entusiastas, ansiosas por empezar a trabajar. No tenía duda de que la fundación
marcharía a las mil maravillas con gente así, tanto si ella estaba presente como si no.
Se despidieron del futuro equipo de Soñar es Posible a las cinco, y Peter
ordenó al conductor que los llevara al hotel, en el que había siempre reservada una
suite para la familia real.
Lali no se sorprendió y tampoco se enfadó. De hecho, se había dado cuenta,
tarde, que lo había estado esperando. Después de su pequeña revelación, en el coche
de camino al aeropuerto por la mañana, casi había estado esperando ansiosamente
ver qué le deparaba la noche.
La suite real era preciosa. Más aún que las habitaciones que ocupaba en el
propio palacio.
Las paredes, alfombras y cortinas, presentaban distintos tonos de azul, con
alguna pincelada de blanco y tostado. A través de unas ventanas francesas de
madera de caoba, se accedía a una pequeña veranda desde la que se podía
contemplar la ciudad y el litoral al fondo. Una fresca brisa se colaba a través de una
de las ventanas abiertas, agitando las cortinas diáfanas e invadiendo el ambiente con
su aroma a sal marina.
—¿Tienes hambre? —preguntó Peter, acercándose hasta un pequeño
escritorio, donde había un grueso catálogo con información de todas las
comodidades que ofrecía el hotel.
Ella asintió, al tiempo que se acercaba a él sin dejar de contemplar la habitación.
Se preguntaba si molestarse en deshacer el equipaje, o pasar sencillamente de la bolsa
que había llevado consigo.
—Pediré que nos suban algo —dijo Peter, echando un vistazo a la carta del
servicio de habitaciones.
Llamó y pidió lo que parecía un bufé completo de aperitivos y entrantes. Antes
de colgar, pidió también una botella de su mejor vino y fresas con nata de postre.
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