Monday, February 1, 2016

capitulo 66

Lali se despertó al día siguiente entre los brazos de Peter. Era como estar en el cielo. Entreabrió los labios y rozó con la lengua su hombro desnudo. Sabía a gloria. Aspiró su cálido aroma, mientras acompasaba el ritmo de su respiración a la de él. Sin embargo, no se engañaba: Peter estaba allí solo porque se había quedado dormido. No se trataba de que aquella noche lo hubiera perdido porque, en realidad, nunca había sido suyo. El había perseguido en ella una quimera, una imagen, y el espejismo se había roto. Posó la mano en su amplio pecho y trazó con la punta de los dedos la línea de aquellos músculos poderosos. Fascinada, alargó aquella suave caricia hasta llegar a la parte baja del abdomen, y allí se detuvo súbitamente al darse cuenta de que, sin querer, estaba a punto de despertarlo. Lo que menos deseaba en el mundo era enfrentarse con él. Seguramente se pondría furioso al recordar los sucesos de la noche anterior. Se quedó muy quieta hasta que notó que él volvía a relajarse. Se levantó muy despacio, reuniendo sus ropas precipitadamente. La puerta daba a otro dormitorio donde encontró su maleta al pie de la cama. Amargamente pensó que aquello resumía exactamente su posición en aquella casa: apenas era algo más que una visitante a la que se aloja en la habitación de invitados. Se puso un vestido ligero y unas sandalias de tiras, pues aunque sólo eran las siete de la mañana, ya hacía bastante calor. Se encaminó a la cocina donde se sirvió un vaso de zumo de naranja, y después salió de la casa. No deseaba enfrentarse con Peter hasta meditar bien lo que le iba a decir. Para empezar, su noche de bodas había resultado un completo desastre. Rezaba para que Peter no recordara bien todas las tonterías que le había dicho y, sobre todo, para que no llegara a descubrir que se había enamorado de él. Durante un breve instante, él la había tratado como a una igual, y ella había tenido que estropearlo todo escogiendo precisamente aquel instante para despojarse de su armadura y mostrarse ante él tal y como era: un patético fraude, una virgen tonta, en definitiva, tan sólo una pobrecilla, víctima de una chantaje en vez de la avariciosa amante de un hombre rico. Pero lo más sorprendente había sido la insólita revelación de que, después de todo, Peter tenía conciencia: no sólo se había quedado pasmado al descubrir la verdad, sino que se había compadecido de corazón por su triste infancia. Pero Lali no quería que la compadeciera, y mucho menos que se sintiera culpable, y llegó a la conclusión de que la única forma de evitarlo sería contándole con detalle las condiciones del testamento de la difunta Julia. Cuando Peter viera lo poco nobles que habían sido sus motivos para casarse con él, sin duda la vería con otros ojos, y, por lo menos, podría recuperar parte de su orgullo.

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