Débil como un cachorro, Lali se desplomó contra las almohadas. ¿Por qué tenía que hacerla sentirse tan mal? ¿Por qué, después de tanto tiempo, empezaba a sentir compasión por la mujer a la que tanto había odiado? ¿Y cómo Peter era tan cruel como para contarle que había decidido acabar con el matrimonio por culpa del artículo malicioso sobre Euguenia?
Contarle a Cande demasiado había sido su método para perjudicar a Euguenia.
¿Agobiado? Lali parpadeó. La inseguridad la había impulsado a ser posesiva en público. Y también la había hecho montar escenas para que se sintiera culpable mientras buscaba sin cesar una seguridad que él no podía darle. De hecho, cuanto más desesperada se había vuelto, más rápidamente se había alejado Peter. ¡Exactamente como estaba haciendo ahora!
Con un repentino movimiento, Lali saltó de la cama y se acercó a las puertas correderas para abrirlas de par en par y salir al fresco de la noche. Se imaginó a Peter paseando por la playa Sintiéndose tan atrapado por ella como las olas del mar que besaban la arena. Había planeado una estancia de tres semanas y ahora se sentía atrapado.
—¡Espero que te alcance un tiburón! —gritó Lali en un arrebato de enfado y segura de que no podía escucharla. Y si un tiburon no te persigue, lo haré yo porque no tienes ningún derecho a volverme a dejar sola en nuestra noche de bodas!
Peter se materializó de entre las sombras tras la piscina y se recortó como un silencioso depredador en el haz de luz que salía de las ventanas. Llevaba la camisa abierta y las largas piernas enfundadas en vaqueros, separadas y firmes.
Lali se estremeció. Mientras abría la boca pasmada, él sonrió con un gesto de repentina
diversión y se acercó más.
—Eso me ha gustado. Y ha sido refrescante. No me gusta cuando te pones sombría y te refugias como una tortuga en su caparazón. Antes no hacías eso. Solías lanzármelo todo a la cara. Tú eres la única mujer que conozco que me dice cuándo tengo que largarme y que me grita cuando no quiero escuchan. Es una cualidad curiosamente atractiva.
—¿De verdad? —susurró ella con el corazón desbocado por su atractiva sonrisa—. Pensé que te habrías ido a las selvas de Indonesia de nuevo.
Peter enarcó una de sus cejas de ébano. Sus intensos ojos estudiaron con aprecio su cuerpo
desnudo.
—No hace falta. Tengo aquí todo lo que necesito... menos la túnica.
Sólo entonces se dio cuenta ella de que había salido tan desnuda como cuando la habían traído al mundo. Lanzó una media maldición que no había pronunciado en su vida y se dio la vuelta corriendo a buscar la colcha de la cama.
Peter lanzó una áspera carcajada y se acercó a la cama como un depredador entrando en su territorio. Desde el ardor de sus ojos negros hasta la apasionada curva de sus labios emanaba una sensualidad tan intensa que la fascinaba.
—Me alegro de que te sientas sola después de estar diez minutos sin mí... Eso me da una buena excusa para meterme en la cama contigo de nuevo —dijo él, tendiéndose a su lado y quitándose la camisa.
Cristabel si es chica y Jasper si es chico. En mi familia hay una notable tendencia a poner nombres raros —le informó Peter a Lali.
—Me sorprende que decidieras casarte con una chica con un nombre tan corriente como Lali.
Lali se abrazó las rodillas y se apoyó en el borde oculto de la piscina disfrutando de la caricia sedosa del agua en los tobillos y del sol en la espalda.
Peter atravesó la piscina buceando y emergió a unos centímetros de ella.
—Pero a ti te bautizaron con el nombre de Marianela —se rió ante el fruncimiento de ceño de ella—. Un nombre sólido, pero no muy corriente.
Lali metió las piernas del todo en el agua en el mismo instante en que él intentaba alcanzarla. La alzó entonces en sus brazos sujetándola por las caderas para posarla sobre su cintura. El corazón se le desbocó al tropezar con su intensa mirada.
—Estabas esperando sentada a que yo viniera a hacerte esto —comentó Peter.
- ¡Es una queja?
—Es un voto de aprobación —murmuró él mientras salía de la piscina.
Lali bajó la cabeza y deslizó la mirada por la suave y húmeda piel de su hombro y entonces recorrió el mismo camino con los labios.
—Señora Lanzani. Me estás excitando como un infierno.
—Me gusta hacerlo...
muero por mas falta poco para que termine?
ReplyDeleteotro porfavor
ReplyDeletemas novelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa me encanta que estos dos esten asi
ReplyDeleteme encanta
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