Hannah, quien resultó ser una alta y delgada mujer de ojos grises, se presentó a la hora anunciada.
-Si lo desea, señorita Esposito, la acompañaré al oculista.
-Por favor, llámame Lali -pidió ella-. ¿Qué otras visitas tiene Peter planeadas para mí el día de hoy?
Hannah sonrió. Si notó el temblor en la voz de Lali, hizo caso omiso.
-Ya es tarde para ir de compras, pero he pedido hora en un salón de belleza. Eso y la visita al oculista es suficiente para antes de la cena.
-¿Dónde vive Peter? -preguntó Lali mientras ella y Hannah subían a un coche con chofer.
-Tiene varias residencias. En Londres vive en el ático del edificio Lanzani. También posee una casa de campo en Kent, pero en raras ocasiones tiene tiempo de ir a pasar allí unos días. Tiene un apartamento en París, uno en Roma y la casa de su padre en Long Island -enumeró Hannah.
-Debe viajar mucho -comentó Lali, lo que hizo reír a Hannah.
-Peter se convierte en un adicto al trabajo cuando tiene un nuevo proyecto, como el actual en Jamaica. Es una pena que la prensa no lo haya despojado aún de su imagen de playboy pues hace mucho tiempo que dejó de ser así.
¡Qué emocionante parecía ser el mundo en el que se desenvolvía Peter! Lali se sentía aturdida, tanto por eso como por el hecho de subir y bajar de los automóviles de lujo como si fuesen taxis.
-¿De qué clase de proyecto se trata?
-Un centro para vacaciones. Sus negocios abarcan una amplia gama, pues él es un ferviente admirador de la diversificación, y su empresa se llama Lanzani Holdings.
El sol, el mar, la arena y las mujeres hermosas y elegantes abundan en los lugares de vacaciones. Y qué mejor ambiente para Peter, a quien Lali no podía imaginarse sentado tras un escritorio realizando su trabajo en un día brumoso.
-No sé mucho acerca de la vida de Peter -expresó con franqueza.
-Él parece que te tiene mucho cariño. No muchos pueden enorgullecerse de esa distinción, pues él no entrega su confianza con facilidad.
¿Quererla Peter? Tal vez con la misma clase de afecto que se siente por un cachorrillo. Durante tres largos años sólo había recibido de Peter tarjetas de Navidad y, por supuesto, regalos en forma de cheques, los que más bien la dejaban incómoda, pero que le servían para darse algunos pequeños gustos. No obstante, sospechaba que esos regalos servían para tranquilizar la conciencia de Peter por no molestarse nunca en coger el teléfono y preguntarle cómo se encontraba. ¿Pero por qué iba él a hacer eso?
El oculista recomendó lentes de contacto. Después de terminada esa visita, Hannah llevó a Lali a un elegante salón de belleza, donde también la enseñarían a maquillarse. Ella pidió que sólo le igualaran el cabello, el que ella misma se había
cortado, pero el peluquero la contempló ceñudo.
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