Peter levantó poco a poco su cuerpo del de ella y miró la sábana, sin mover un solo músculo de su cara.
-Bienvenido, ratoncito Pérez -musitó muy suave-. A veces se producen los milagros. El silencio se estiró como una goma elástica hasta el punto de máxima tensión. Peter la miró y se mantuvo a la espera.
-Te desprecio por lo que me has hecho -le recriminó Lali, sintiéndose desnuda, tanto por fuera como por dentro.
Cuando intentó levantarse de la cama, Peter la agarró del brazo.
-No me extraña que te tuvieras que emborrachar anoche. Necesitabas coraje, porque no sabías qué tenías que hacer conmigo -le dijo Peter, mirándola a sus ojos cargados de ira.
Casi sin pensarlo, Lali estiró una mano, con la intención de darle una bofetada. Pero de pronto se vio otra vez tendida en la cama. Peter la sujetaba.
-Deja tranquilas tus manos -le dijo-. Esto te pasa por no decirme la verdad.
Lali intentó con todas sus fuerzas liberarse, pero no pudo.
-¡Déjame! -le gritó.
-Mi esposa es un gato salvaje -Peter la miró, con una intensidad desconcertante-. No hay más que rascar un poco para ver lo volátil que eres. La pasión siempre te traicionará...
-¡Cállate, Peter! -siseó ella.
-Jamás olvidaré tus gritos aquel día en Cagliari. Me dijiste a gritos que yo te pertenecía y me deseaste la muerte. Y hablabas en serio -musitó Peter-. Si hubieras tenido una pistola, me hubieras pegado un tiro, porque pensabas que si tú no me tenías, nadie más podía. En un segundo todo tu amor se convirtió en odio...
Lali cerró los ojos, todo su enfado apagado por el recuerdo doloroso e insoportable de aquel día.
-Quiero levantarme y hacer la maleta, ahora.
-Buena idea -concedió Peter, soltándola, con un gesto de indiferencia, como si se preguntara la razón por la que había estado sujetándola hasta ese momento.
-El helicóptero está a punto de llegar.
-¿Helicóptero? -preguntó ella, recordando justo en ese momento la llamada que había hecho él, cuando estaban en el piso de abajo-. Ah, claro.
Un helicóptero que los llevaría al aeropuerto, donde cada uno de ellos tomaría un camino diferente, porque cualquier otra cosa era imposible. La publicidad, el furor que Emilia había infundido, los perseguiría a los dos, y Peter no quería levantar más el interés de los medios de comunicación, manteniéndola a su lado.
Lali llenó la bañera y se metió en ella, encogiendo su cuerpo al sentir un nuevo dolor. Lo suyo con Peter había acabado. Nunca más lo iba a volver a ver. Lali se quedó con la mirada perdida, luego cerró los ojos, cuando sintió las lágrimas saliendo como un torrente. Aquello era normal, se dijo a sí misma, mientras se los secaba con una toalla.
-¿Lloras por la virginidad perdida?
Asustada por aquella interrupción, Lali dejó caer la toalla en la bañera.
-¿Qué haces aquí? -le preguntó.
uy que idiota peter, cagandola como siempre :/
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