Lali llegó a varias conclusiones durante las siguientes treinta y seis horas. Dio vueltas por la casa, lloró y durmió a ratos, todo ello sin abandonar la habitación de Peter. Lo exasperante era que los sirvientes de la casa la interrumpían constantemente para ofrecerle algo de comer o de beber. Acostumbrada a encerrarse en sí misma para darle vueltas a sus problemas, encontraba muy difícil concentrarse con la suficiente pasión. Estaba claro que Peter había dejado claras instrucciones de que le ofrecieran comida cada hora. Pero a ella le habría gustado que la hubieran dejado en paz.
Encontró a Hamish, su osito de peluche, en una de las estanterías de la habitación de Peter. Se abrazó a su juguete como si fuera su mejor amigo.
Peter se había ido. Se sentía desgraciada, abandonada, atormentada por la pérdida y la soledad. Se había apagado la luz de su vida. Sabía que era un poco melodramático, pero era así como se sentía y no podía hacer nada por evitarlo. Peter le había ofrecido tres semanas, pero al parecer con un solo día se había quedado satisfecho.
La única razón aparente por la que parecía que la retenía en Italia era por la posibilidad de que la hubiera dejado embarazada. Seguro que cuando ella le pudiera decir que no lo estaba, la dejaría marcharse. Era mejor no pensar en la posibilidad de que ocurriera lo contrario. Era horrible pensar que se hubiera podido quedar embarazada de un hombre que no quería ser su marido, que no estaba dispuesto a soportar esa carga.
No, Peter no la quería y era evidente que nunca la iba a querer. Estaba claro que la consideraba una mujer un tanto obsesiva y excesiva. Era su opuesto en todo. El era una persona intelectual, autodisciplinado, lógico y reservado... por lo menos en lo que al amor se refería...
Cuando Peter se casara de nuevo, seguro que lo haría con alguien como la rubia a la que había visto en Cagliari cinco años antes. Una mujer encantadora, elegante y equilibrada, más o menos de su edad, que no tuviera un comportamiento tan inmaduro. Alguien que le sonriera con dulzura. Alguien que le dejara decir la última palabra. Alguien que no se riera cuando él se cayera en el baño, en mitad de una discusión. Alguien de sangre azul, que pudiera ser aceptada por la familia Lanzani. Aunque Peter le hubiera dicho a su padre que los Lanzani no pertenecían a la realeza, él vivía como un rey. El primer paquete llegó con el desayuno, el segundo día. Lo abrió y vio que era un chiste enmarcado de un hombre que se había caído en una bañera. Y en la parte inferior, con letra de Peter, se leía Confieso que algunas veces me tomo las cosas demasiado en serio...
Lali se quedó mirando con la boca abierta. Había pasado mucho tiempo, desde que Peter había hecho una demostración de su talento. Se echó a reír y se levantó de la cama, para irse a la ducha a lavarse el pelo.
El segundo paquete llegó al medio día. Esa vez era un dibujo también, pero el protagonista era ella, que también estaba metida en la bañera, gritando porque tenía el pelo y el vestido empapados. Lali, esa vez no se echó a reír con tanta rapidez como la vez anterior, porque pensó que de haber sido cierta aquella escena, se hubiera enfadado bastante.
Típico de Peter. Con una mano daba y con la otra abofeteaba. Sin embargo, sonrió. Después se fue a poner un vestido verde claro, que se ponía para alguna ocasión especial. Cuando oyó el helicóptero, decidió recibir a Peter con una sonrisa. Incluso en la distancia era capaz de manipularla.
quiero massssssss
ReplyDeletesube mas
ReplyDeleteotroooooooooo
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ReplyDeletemas :)
ReplyDeleteel siguiente
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