Tuesday, September 8, 2015

capitulo 9

-Toma, en mi coche había una botella -dijo Peter con una sonrisa burlona mientras depositaba un vaso de licor sobre la mesa-. Te hace más falta una copa que una taza de té tibio. ¿Estás dispuesta a celebrar tus nupcias con Agustin?
La diversión de Peter le parecía cruel. Sí, en cierto sentido, Celia había dicho la verdad. Peter no sabía lo que era sentirse humillado como ella por ese testamento con el que su abuelo de manera literal había dispuesto que Agustin se casara con ella.
-No.
Peter se apoyó con indolente gracia contra una de las viejas alacenas de madera.
-Me sorprendes. Nunca pensé que tuvieses agallas suficientes para rebelarte.
-Eres demasiado franco -respondió Lali, y él se encogió de hombros con indiferencia.
-Vine para decirte que, si quieres, puedo llevarte a Londres y ayudarte a instalarte en algún sitio -ofreció sin darle importancia-. Conociendo a Adam supongo que no tienes dinero ni siquiera para tu próxima comida.
Ella cogió el cuchillo de pelar patatas y resistió el deseo de hundirlo en el musculoso pecho de Peter. Sus esperanzas y sueños habían quedado destrozados y se sentía desilusionada. Ya no habría granja para Benjamin, ni hogar que ella pudiese llamar suyo. Gracias a Adam, Benjamin se encontraba en la estacada, desprovisto de referencias sólo porque se había atrevido a pedirla en matrimonio y eso no encajaba en los planes de Adam.
¿Cómo podría ir con Benjamin, sin dinero y casi con lo puesto? ¿Qué perspectivas tenía de mantenerse a sí misma, sin preparación y sin talento, como no fuese el necesario para las tareas domésticas? Así, sería tan sólo una carga para Benjamin.
No obstante, había soñado durante tanto tiempo en convertir en realidad el sueño de Benjamin y en compartirlo con él, que sentía una gran decepción. Sin fijarse para nada en el agudo escrutinio de que era objeto por parte de Peter, vio que Maisie arreglaba en silencio la despensa, por lo que su propio egoísmo le dejó un mal sabor de boca. Ella, por lo menos tenía una saludable juventud, pero a los Morley hasta el consuelo de una vejez tranquila les había sido negado.
-¿Qué es lo que estás bebiendo, Lali? -la malhumorada voz de Agustin interrumpió sus pensamientos, pero entonces intervino Peter.
-Mira, Agustin -dijo-, lo mejor que puedes hacer es callarte y no molestar más.
Sin hacer caso de Agustin, Lali dirigió una esperanzada mirada hacia Peter.
-¿Te quedarás a cenar? -lo urgió-. Por supuesto que no será una cena especial, pero...
-¿Quieres que mande a mi chofer a comprar algo de carne? -intervino Peter con calma-. A todos nos vendría muy bien una buena comida. Iré a decírselo.
-¿Quién se cree que es? -comentó Agustin.
-Su actitud es práctica -aclaró ella a la defensiva-. Ya sabe la clase de alimentos que podemos servir aquí de acuerdo con nuestro presupuesto; así que hizo bien, sobre todo si tiene hambre.

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