Thursday, February 4, 2016
capitulo 2
-¿A ti también te ha engañado, eh?
-¿Engañado? -se dibujó en su cara un gesto de extrañeza.
-Ahora me doy cuenta de por qué siempre parece dormida. Será la resaca.
-Supongo que el señor Pinto se sentirá consternado cuando no la encuentre aquí en su
próxima visita -dijo Bruce quemando su último cartucho en defensa de Lali.
-Alejo no está bien. Dudo que venga a Londres en un futuro próximo.
-Lamento oírlo -dijo Bruce, estudiando la cara fría en la que no podía leer nada-. Le pasaré la
información de Lali a Personal.
-No, me ocuparé de ello personalmente -lo contradijo Peter-. Veré a la señorita Esposito a las
cuatro.
-Se sentirá muy mal, Peter.
-Me parece que soy capaz de ocuparme de ello -dijo Peter, con un tono de voz que hizo a
Bruce ruborizarse e irse.
Solo otra vez, Peter estudió la lista de acreedores con los ojos entrecerrados. Alejo quería
mucho a la pequeña Lali. En realidad, en apariencia Lali era el tipo de mujer que su padrino
le encantaría que le presentase como la futura señora Lanzani, la clase de chica que no
intimidaría a un inocente y viejo solterón totalmente al margen de los retos que presentaba la
cercanía del nuevo milenio.
Así que ahí estaba. Por fin admitía que había desilusionado a su padrino, Peter se dijo con
reticencia exasperada. Alejo siempre había deseado que Peter se casase y tuviese una
familia. Y fuesen felices y comiesen perdices, añadió para sí, recordando con ironía a su volátil
padre español y aún más volátil madre italiana, que sumaban ente los dos media docena de
matrimonios fallidos antes de morir jóvenes e infelices.
Haciendo una mueca ante la idea de compartir su vida para siempre con una mujer, a pesar de
que la conciencia le remordía un poco, Peter meditó el problema de la desilusión de Alejo. La
experiencia le había enseñado que todos los problemas tenían solución. Una vez que se lo
despojaba de los factores inhibidores de la moral y la emoción, lo imposible casi se convertía
en posible.
Seguro que Alejo pensaba que sus veladas insinuaciones de lo feliz que Lali podría hacer a
algún hombre afortunado habían sido demasiado sutiles como para ser reconocidas como
tales. En realidad, Alejo tenía la sutileza de un martillo hidráulico y cuando Peter se dio
cuenta de los comentarios de su padrino, no les había encontrado la gracia. Pero reconocía
que si le dijese a Alejo que se había comprometido con Lali, éste no cabría en sí de la
alegría. Y como hacer feliz a Alejo era el único objetivo de Peter, no valía la pena persuadir a
nadie más que hiciese el papel de su prometida. Lo que Alejo quería, decidió Peter en ese
momento, era lo que se merecía recibir.
Mientras se imaginaba cómo convencerlo de la necesidad de un compromiso largo entre dos
personalidades tan dispares, a Peter le comenzó a gustar la idea. Hacer feliz a Alejo. Y
Alejo no pretendería que su ahijado se lanzase al matrimonio sin pensárselo.
¿Y Lali Esposito? Se hallaba entre la espada y la pared. Haría lo que le dijese. Cuando
estaba cerca de él, se quedaba silenciosa y acobardada, lo cual le venía muy bien, porque
Peter estaba convencido de que en caso contrario la estrangularía. Haría que adelgazase, se
vistiese más elegante... Todo lo necesario para que este falso compromiso fuese creíble. Lo
haría a conciencia.
-¿A las cu... cu... atro? -tartamudeó Lali, pálida como una sábana junto a la fotocopiadora
mientras trataba de esconder la pila de fotocopias que le había salido con letra tan pequeña
que era imposible de leer-. ¿Pero por qué quiere verme el señor Lanzani? ¿Es por la llamada
del árabe que se me cortó?
-No sabe eso -Bruce se envaró.
-¿La ficha que saqué accidentalmente?
Bruce palideció al recordarlo.
-Te la trajiste de la compañía de autobuses.
-He intentado tanto no cruzarme en el camino del señor lanzani -tragó con un esfuerzo Lali pero
siempre aparece en los sitios más inesperados.
-A Peter le gusta hacerse ver. ¿Qué tipo de sitios? -no pudo evitar preguntar.
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