Monday, February 1, 2016

capitulo 72

-¿Como es que Peter no sabe dónde estás? ¿Es que no le has dicho que has vuelto a Londres? -preguntó Liz asombrada. -He venido derecha desde el aeropuerto; quiero darle una sorpresa -le explicó sin faltar del todo a la verdad. -Claro, lo entiendo -dijo su amiga más tranquila-. ¡Qué pena que los negocios le hayan obligado a interrumpir tan pronto vuestra luna de miel! ¿Cuándo dices que se marchó Peter de la isla? -Hace unos días -contestó Lali, pero no le confesó que ella había embarcado en el ferry apenas veinticuatro horas más tarde, en cuanto recibió las tarjetas de crédito y le fue posible comprar el billete. Se había sentido muy mortificada al ver que en ellas figuraba su nombre de soltera. Aquel desaire la había inducido a mantenerse hasta sus últimas consecuencias en el papel de amante que le había adjudicado Peter, y como tal, se dedicó a derrochar su dinero a manos llenas. Primero había ido a Roma, y después a París, invirtiendo una considerable cantidad de tiempo y dinero en hacerse con un impresionante guardarropa. Casi podía empapelar aquel cuarto con todos los recibos que había ido acumulando y que esperaba sirvieran para que Peter creyera que aún estaba en el continente; deliberadamente, había utilizado dinero en efectivo para pagar las facturas de los hoteles y los billetes de avión. -¿Eres feliz? -le preguntó Liz preocupada. -Muy feliz -contestó. Por lo menos, se dijo, todo lo feliz que podía ser teniendo en cuenta que hacía seis días, catorce horas y treinta y siete minutos que Peter se había marchado de su lado. Se consoló pensando que la alternativa, quedarse vegetando en Chymos hasta que él volviera, era muchísimo peor. -¿Crees que Peter puede llegar a amarte? -insistió Liz. Lali no supo qué contestar. Lo había deseado, pero ahora se daba cuenta de que era un anhelo imposible. Lo único que podía asegurar con certeza es que a aquellas alturas debía estar furioso porque se hubiera marchado de la isla sin decírselo a nadie. Aunque, bien pensado, se suponía que toda amante que se preciara de serIo debía buscarse entretenimientos mientras su protector se ocupaba de sus asuntos. No era ella quien tenía que decirle cuándo estaba disponible, sino más bien al contrario. Lali tomó el té con Liz y después llamó a un taxi para que la condujera junto con su inmenso equipaje al edificio donde Peter había dispuesto que viviera. Sintió una punzada de aprensión, pues no estaba muy segura de cómo iba a ser recibida, dado que Peter ni siquiera debía saber que había regresado a Londres. Pero enseguida se dio cuenta de que, una vez más, le había subestimado: para empezar, en cuanto llegó al ascensor, un guardaespaldas se dirigió a ella. -¿Señorita Esposito? -Sí, soy yo. ¿Le importaría hacerse cargo de mi equipaje? -respondió, y sin esperar su respuesta subió al apartamento.

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