Friday, February 5, 2016

capitulo 8

Lali enrojeció y luego palideció ante lo que había estado a punto de revelar, y cerró la boca. -No me prestéis atención. No sé lo que digo. -No sé lo que vamos a hacer sin ti -se lamentó alguien. -Tendrás que sacar los pececillos de la fuente de abajo. A Peter -casi le dio un ataque el día que te vio dándoles de comer. -¡Queda uno sólo, y ni siquiera tengo pecera! -sollozó Lali, porque eso era ya la última gota. ¿Sacar su pececillo de la fuente bajo la ventana de Peter y nunca, nunca más volver? De repente se sintió totalmente a la deriva. Alguien le vació la mesa. Necesitó tres bolsas para meter en ellas tejido, libros, alimento para peces, y montones de cosas salieron de los abarrotados cajones. -Te echaremos de menos, Lali. Hemos hecho una colecta entre todos. Bruce le metió un sobre gordo y grande en el bolso. La mortificó que todos supieran antes que ella que la iban a despedir. -Te llevo a casa con las bolsas -se ofreció Bruce. Alguien agarró una jardinera de porcelana y después de bastante trabajo consiguieron pescar al pececillo y meterlo en ella. -¡Qué cariñosos han sido todos! -le confió Lali a Bruce mientras se subía a su coche en el aparcamiento subterráneo. Sonrió dentro de la jardinera al pececillo que había bautizado Peter en secreto, porque se había comido a su compañero. -Peter puede llegar a ser un mal nacido, pero es un genio. No puedes pretender que también sea humano. Trata de no pensar en ello. Vete y hazle la colada a Benjamin. Eso siempre te levanta el ánimo. Claro que lo hacía. Sólo que esta noche tenía trabajo de camarera. Pero hacer algo por Benjamin le daba la sensación de que participaba de su vida de algún modo. A veces, cuando estaba de buen humor y no tenía una cita o comía fuera, Benjamin le sugería que cocinase y comían juntos. Muy de vez en cuando, cuando esto sucedía, Lali se sentía en el paraíso. Bruce le llevó las bolsas hasta su pequeño apartamento y se fue, ya que su excelente sueldo conllevaba un montón de horas de trabajo al día. Lali puso a Peter en un cuenco y le dio de comer, luego se fue a casa de una vecina. Los fines de semana le cuidaba los niños, así que de lunes a viernes ella se quedaba con Spike, su perro. En su casa no se permitían animales y ella lo metía de noche cuando todo estaba oscuro. Mientras Spike comía, Lali se preguntó cómo era que su vida se había enmarañado tanto en tan poco tiempo. El futuro le había parecido tan prometedor cuando se vino a Londres a compartir el amplio apartamento de Petra... mucho más de lo que se lo había parecido en años. La madre de Lali había muerto cuando ella tenía cinco años y su padre se había casado con Muriel, una mujer con una hija. Era difícil pensar que Petra no era su verdadera hermana, ya que desde el principio, Lali la quiso ciegamente. Petra, que ya era adolescente, una rubia preciosa que había demostrado poco interés por una niña siete años más joven, se había ido de casa a los diecisiete a trabajar como modelo. El padre de Lali murió de un ataque al corazón y luego Muriel enfermó de una larga dolencia. Lali se dedicó a cuidarla, lo que impidió que estudiase, ya que tuvo que dejar la escuela a los dieciséis años para ocuparse de ella. Durante los siguientes cuatro años, Petra mandó dinero con regularidad, si bien sus múltiples compromisos le impidieron ir a visitarla. Al fallecer Muriel hacía un año, Lali se había ido a vivir a la casa de Petra. Como es lógico, a ésta no le había gustado demasiado, ya que estaba acostumbrada a la soledad, pero pronto había visto la conveniencia de que Lali le cuidara la casa mientras ella viajaba. Había abierto una cuenta en el banco para que Lali pudiese administrar la casa y en cuanto ésta comenzó a trabajar, también contribuyó con su salario entero. Lali era quien se ocupaba de hacer los pedidos para las extravagantes fiestas de su hermanastra y también ella se encargó de tratar con la decoradora de interiores, asegurándose que hiciera toda la carísima decoración del piso de la forma en que Petra quería. Y luego, hacía tres meses, Petra había cancelado el contrato del piso y se había largado a Los Angeles. Lali se mudó a un apartamento pequeño, pero al poco tiempo comenzaron a llegar las reclamaciones. Descubrió que sus ahorros habían volado de la cuenta bancaria y ésta estaba en números rojos. Pronto comprendió que ella era responsable de las deudas de su hermana cuando el gerente del banco se lo había explicado con paciencia.

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