Friday, February 5, 2016

capiutulo 9

Llamó a su hermana inmediatamente. Petra admitió que estaba sin blanca, pero prometió ayudarla en cuanto pudiese. También le recordó sus cuatro años de generosidad mientras Lali cuidaba de su madre. Lali se sintió realmente culpable, porque esos años habrían resultado intolerables sin la ayuda económica de Petra. Pero la siguiente vez que llamó, le habían dicho que Petra se había mudado sin dejar señas, y desde entonces no había recibido noticias. La terrible sospecha de que Petra no tuviese ninguna intención de ponerse en contacto con ella nunca más ni cumplir con sus acreedores comenzó a asaltarla. Se sintió desleal pensando en su hermana de esa forma, Sin embargo, en el fondo de su corazón se enfrentaba a la dura certeza de que Petra consideraba prioritarias sus propias necesidades. A Lali la aterrorizaba que la demandaran. Además, le parecía injusto que los pobres acreedores... después de todo, Peter se había ofrecido a pagar las deudas... Mientras se deslizaba deprisa entre las mesas de la cafetería, Lali comenzó a llenar una bandeja. Estaba tan cansada que sentía que las rodillas se le aflojaban cada vez que se quedaba quieta. Enjugándose la frente con el dorso de la mano, cargó con la pesada bandeja. Al enderezarse no pudo evitar ver al hombre que le tapaba la visión del resto de la cafetería. Se quedó petrificada. Peter se hallaba a dos metros de distancia, emanando la tranquilidad que siempre la intimidaba. El elegante banquero arqueó una ceja al verle el aspecto descuidado y el manchado delantal. ¿Cómo sabía que trabajaba allí? ¿Y ahora, qué quería? ¿Pero en realidad se había creído que Peter aceptaría su negativa? Cuando una persona como él elegía un objetivo, hacía todo lo que estuviera en sus manos para conseguirlo. Debería sentirle lástima, se dijo. No sabía comportarse de otra forma. -¿Y nuestro pedido? -reclamó una voz exasperada. -¡Ya va, ya va! -prometió Lali desesperada. Salió corriendo sin mirar por dónde iba. Una bolsa que sobresalía debajo de una mesa fue la que causó el desastre. Lali se tropezó con ella y la bandeja se le disparó de las manos húmedas de sudor. Horrorizada, miró cómo los restos de café, los trozos de comida, las servilletas arrugadas, las tazas y los platos volaban en todas direcciones como torpedos. El ruido de vajilla rota fue casi superado por el de las exclamaciones de los clientes que trataban es huir de la debacle. Se hizo un silencio mortal y Lali, murmurando disculpas, se agachó a recoger la bandeja, pero el dueño se la quitó de las manos temblorosas. -¡Estás despedida! -le susurró al oído-. Ayer te di tu última oportunidad. Lali se fue a la trastienda, lágrimas de mortificación llenándole los ojos. Allí se quitó el delantal y agarró la chaqueta y el bolso. -No vales para este tipo de trabajo -le dijo el dueño apenado, metiéndole unos billetes en el bolso. Al salir, un coche deportivo largo y elegante la esperaba. El cristal del conductor descendió y Peter la miró con cara de interrogación. -¡Fue por culpa tuya que tirase la bandeja! ¡Me echaste mal de ojo! -lo acusó Lali. -Si no hubieras estado tan ocupada tratando de ignorarme, no habría sucedido. -¡Te odio! -dijo, mirándolo con rabia-. Siempre te crees que tienes razón. -Generalmente la tengo -dijo sin alterarse. -Con respecto a engañar a Alejo, no. Comenzó a caminar, sintiendo un nudo en la garganta. Alejo se moría, y ella iba a acabar enjuiciada como un criminal. Su día no podía ser peor. -¡Súbete al coche! -dijo Peter. A unos metros había un coche de la policía, así que cruzó hacia la parada del autobús. -Sube... al... coche -insistió Peter, bajándose del coche, una masa enorme de hombre. Un policía cruzó la calle. -¿Hay algún problema? -Este hombre no me deja en paz. -¿La estaba persiguiendo, señor? -el policía miró el opulento coche y el elegante traje gris con sos-pecha.

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