Tuesday, February 2, 2016

capitulo 80

De repente, Peter dijo algo entre dientes, en griego, y se levantó. Agil, fuerte, como un oso. Corrió hacia el teléfono y marcó un número. -¿Quién ha autorizado ese artículo sobre Lali Esposito? -preguntó al cabo de unos segundos-. Quiero una nota de disculpa mañana mismo y después no quiero que vuelva a aparecer ni una palabra sobre ella. Dile a esa imbécil que se busque a otra con quien meterse. Instantes después colgó. Lali estaba boquiabierta, sin saber qué decir, sólo Nikos, evidentemente al tanto de la agitada vida de Peter, parecía tranquilo. Y sabía cuál era su papel, pues, tras servir otra taza de café, se retiró discretamente. Peter arrojó el periódico sobre la mesa. -Esto es lo que pasa cuando te paseas por París por tu cuenta -dijo-. Ni te diste cuenta de que te estaban haciendo fotos, ¿verdad? -No -dijo Lali, aún impresionada por la demostración de protección masculina-. ¿Crees que el periódico te va a hacer caso? -Ese periódico es mío -replicó Peter-. ¡Mira lo que ha escrito esa estúpida columnista! Lali inclinó la cabeza obedientemente y se fijó en las líneas de texto que había junto a la foto, pero las letras aparecían borrosas ante su vista. Ni siquiera podía concentrarse en lo que estaba mirando con Peter allí, encima de ella. El silencio era ensordecedor. Peter señaló el pie de foto. -Me refiero a eso -dijo. Lali se quedó blanca, con un nudo en el estómago. -No sé qué pone -dijo-, soy muy miope y no tengo las gafas aquí. El silencio duró una eternidad. Lali no se atrevía a levantar la vista para comprobar si había logrado engañar a Peter con aquella desesperada mentira. -Da igual, no deberías leer una basura como ésa. Lali sintió escalofríos. ¿Cómo podría decírselo? ¿Cómo podía decirle a Peter que padecía de dislexia? ¿Cómo se lo tomaría un hombre como él? Tal vez, como muchas personas, ni siquiera llegara a creer que tal discapacidad existiera. Podría pensar que tal nombre no era más que un eufemismo que enmascaraba una simple falta de inteligencia. Lali se había encontrado a lo largo de su vida con muchas personas con una idea parecida, y cada vez que había intentado explicarse, sólo había conseguido más y más desprecio. -Lali... -dijo Peter, aclarándose la garganta-. No creo que a tu vista le pase nada y me parece fatal que, a estas alturas de nuestra relación, finjas que sí. Lali sintió una gran humillación. Aquélla era su peor pesadilla, Peter había descubierto su secreto. No le habría importado que otra persona descubriera sus excusas, pero Peter... Qué terrible sería que él examinara sus aptitudes para leer y escribir. No podía moverse, no podía mirarlo. -Lali, no quiero molestarte, pero no pienso olvidar el asunto -dijo Peter, sentándose frente a Lali, y agarrando su silla por el respaldo, de manera que ella quedara atrapada entre sus brazos-. Eres muy inteligente así que tiene que haber una buena razón para que no puedas leer diez líneas de periódico. Y me acuerdo muy bien del cuaderno que llevabas cuando eras camarera... parecía taquigrafía en vez de palabras.

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