-¿Unas cuantas semanas?
-¿Por qué no? A nadie le puede extrañar que una pareja de recién casados busque la soledad en una isla -respondió Peter, mirándola de forma indolente.
-¿Por qué te empeñas en seguir recordándome esa estúpida ceremonia? -le espetó Lali. -Creo que ya es hora de que firmemos una tregua -respondió, con un brillo un tanto desconcertante en sus ojos.
-¿Una tregua? -repitió Lali.
Peter respiró con impaciencia.
-No creo que te extrañase mi reacción cuando leí el testamento de Nicolas. Es posible que fuera un tanto desmedida, pero has de comprender que Nicolas era para mí más que un padre. Además, no me imaginaba que pudiera tener otra mujer en su vida.
-No la tenía. ¿Cuántas veces te lo tendré que decir? ¡Yo no era su querida! Tú estuviste en aquella casa. ¡Debes haberte dado cuenta de que teníamos habitaciones separadas!
Peter se encogió de hombros y le contestó:
-A mí no me interesa si dormíais o no dormíais juntos.
-Pero...
-Yo, por ejemplo, no he dormido nunca toda una noche con una mujer. ¿Crees que por eso no hago el amor con ellas? -le dijo en tono irónico.
Lali sintió aquel comentario como un puñal en su espalda. Apartó su mirada de él, pero no pudo por ello dejar de imaginárselo en los brazos de su amada Rocio.
-Eres como una piedra -le condenó Lali-. En cuanto consigues lo que quieres, te marchas.
Debería darte vergüenza admitirlo.
Peter apretó los labios y le contestó:
-El sexo es un intercambio de placer físico...
-¡Eso es, sin afecto, sin sentimientos! ¡No me extraña que a Nicolas le molestase tu actitud hacia las mujeres!
Peter se quedó pálido.
-¡Christos...! -exclamó, tratando de calmarse-. No veo que haya nada malo en mis opiniones.
-Pero te olvidas del amor.
-Yo nunca he estado enamorado... -le respondió Peter, mirándola con impaciencia-. Ahora bien, si me apetece estar con una mujer, me siento atraído...
-Será mejor cambiar de conversación -Lali levantó el tenedor y el cuchillo, para empezar el primer plato. No le apetecía mirar a Peter. ¿Sería verdad que nunca había estado enamorado? ¿Ni siquiera de Euguenia Suares? Seguro que no podría reconocer ese sentimiento, a menos que se lo vendieran caro y se lo ofrecieran por su teléfono móvil.
Su mirada se desvió del plato de comida al anillo que había sobre el mantel blanco. Dejó caer el cuchillo y el tenedor, cuando vio el anillo de los Vasques.
-¿Por qué me lo devuelves?
-Yo sólo he hecho de mensajero. Te lo dejaste en Inglaterra.
-La última vez que vi este anillo estaba en mi joyero.
-No lo creo. Nico lo encontró en el alféizar de la ventana de la cocina.
Lali se sonrojó cuando se puso el anillo en el dedo.
-No me acuerdo de haberlo dejado allí. No me acuerdo siquiera de haberlo sacado del joyero.
Perdona por acusarte de habérmelo quitado -murmuró en voz baja.
-También me dijo que él era el responsable de ese artículo que apareció en el periódico.
-¡No!
Peter la observó con ojos incisivos y fríos.
-No entiendo cómo eres tan ingenua en algunas cosas -musitó él-. Le dejaste a Nico en posesión de una noticia que vale un montón de dinero. Y lo que hizo fue venderla.
-¡Eso no es cierto!
-Él lo admitió -replicó Peter, mirándola a los ojos-. Y perdona tú también por echarte la culpa a ti.
-No importa -contestó ella, inclinando la cabeza.
-A mí sí me importa -murmuró Peter-. Te juzgué mal. ¿Pero por qué me hiciste creer que tú eras la que había dado la noticia a la prensa? -Yo... yo... -tartamudeó Lali.
mas
ReplyDeletesube mas
ReplyDeletequiero otro mas
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