—¿Sí? Ah, perdona, es que estoy un poco despistada —se disculpó ella—. Pero te estaba escuchando. Sé que has usado el dinero para sacar a flote tu empresa.
—Pero ha pesado en mi conciencia desde entonces. Es justo que tú tengas la misma oportunidad, Lali. Después de todo, tú cuidaste de mamá durante muchos años, sacrificando tus estudios, tus sueños.
Con un gesto de orgullo, Agustin sacó un cheque del bolsillo y lo dejó sobre la mesa.
—Ahora puedo darte tu parte de la herencia. Si sigues queriendo abrir tu propio negocio, una inyección de dinero te vendría muy bien.
Lali miró el cheque, boquiabierta. Por debajo de la mesa se tocaba el vientre, intentando apartar de su mente la idea de que podría estar esperando un hijo. Pero ahora tenía que concentrarse en aquel cheque. Y en lo que significaba para ella.
—Dios mío...
—Si quieres abrir un negocio, tendrás que trabajar muchas horas al día —le advirtió Agustin—. Y sigo pensando que ponerte a dieta debería ser lo primero.
No comments:
Post a Comment