Cuando llegó a Son Fontanal vio una limusina en el patio. Lali pasó a su lado y aparcó su moto. Se estaba quitando el casco cuando vio a Peter bajar por las escaleras. El corazón le dio un vuelco. Iba vestido con un traje de color crema que resaltaba su piel dorada y su pelo negro. Un aspecto que la hizo sentirse como el chocolate bajo el sol.
La miró con sus ojos verdes brillantes.
-¿No se te ocurrió pensar que podría estar preocupado por ti?
-Cuando lo pensé, ya estaba lejos de aquí.
-¿De dónde has sacado esa moto?
-La alquilé el día que llegué a la isla.
-Pensaba que era de alguno de los trabajadores. Vico se encargará de devolverla. No me gusta que andes en moto por estas carreteras -le dijo Peter. Su cara bronceada adquirió cierta palidez y apretó los labios.
Se quedó mirándola, sin decir una palabra. De pronto, Lali lo entendió todo. Peter no había pensado que ella volvería, pero por alguna razón no estaba diciendo todo lo que pensaba sobre ese asunto.
-Emilia está aquí. Ha llegado hace diez minutos -explicó él.
Lali se puso tensa y palideció.
-Oh, no...
-He pensado que no tenemos otra opción que decirle la verdad -admitió, recalcando sus palabras-. Tu identidad la conoce ya mucha gente. Prefiero que se sepa la verdad, en vez de que le lleguen a sus oídos medias verdades.
Lali no podía moverse de su sitio. Peter le puso una mano en los hombros y la condujo al vestíbulo.
-¡Díselo tú!
-Esto tenemos que decírselo los dos -le dijo mientras se la llevaba hasta el estudio, antes de que pudiera responder.
Emilia se levantó para saludarlos, dirigiéndoles una sonrisa. Lali sintió que se iba a desmayar de un momento a otro.
-Ven y siéntate a mi lado -la invitó Emilia, sentándose otra vez en el sofá y dando unos golpecitos en el asiento que había a su lado.
Una criada entró llevando una bandeja con café. Peter se sentó al Iado de la chimenea de piedra. Cuando sirvió el café, la criada se marchó y cerró la puerta.
Emilia giró la cabeza para mirar a Lali y le dijo:
-Yo creo que esta farsa ya ha durado más que suficiente. Creo que Peter ha hecho todo lo posible por explicar lo inexplicable y protegerme. La verdad es que yo tenía que haber hablado con él mucho antes. Nunca ha sido capaz de contarme una mentira si me miraba a los ojos, ni siquiera de niño.
Peter, que estaba poniendo azúcar en la taza, se levantó de forma tan repentina que el líquido se derramó en el plato.
-¿Estás diciendo que...?
-Que he sabido que Lali existía desde hace más de veinte años -confirmó Emilia, apartando su mirada de Lali-. Tienes que perdonarme, Lali, por no habértelo dicho inmediatamente. Pero supe que eras la hija de Nicolas desde el momento en que Peter pronunció tu nombre. Primero por tu pelo y luego por ese nombre tan poco corriente, además de que los dos os comportabais de una forma bastante extraña. Desde el principio supe que no me estabais contando la verdad.
-¿Veinte años...? -repitió Peter, con cara de asombro, mirando a Emilia.
-Nicolas no sabía ocultar sus sentimientos. Se enfadó mucho cuando recibió la primera fotografía de Lali -confesó Emilia, poniendo un gesto de dolor en su cara-. La encontré en su escritorio, junto a una carta de su madre y entonces lo entendí todo. Aquello me desconcertó bastante, pero al final me preocupé mucho más por mantener nuestro matrimonio intacto.
Podría haberme enfrentado a él, pero ¿qué habría conseguido? Sólo que se sintiera culpable.
Y yo no quería perderlo. A lo mejor me equivoqué y tenía que habérselo dicho...
-No. Seguro que no se habría quedado contigo -concedió Peter.
si emilia ubiera dicho la verdad ubiera echo que peter y lali no se llevaran tan mal
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