—¿Con qué derecho se ha llevado Nico a Robbie y Tristram a casa de su madre? —murmuró Euguenia por enésima vez.
—Estás muy disgustada. A lo mejor tu marido pensó que te hacía un favor.
Nico solía llevar a los niños a casa de su abuela con el consentimiento de su hermana. En esa ocasión, sin embargo, Euguenia estaba haciendo un drama. Aunque Peter llevaba con ella casi una hora, seguía sin entender por qué Nico había desaparecido. Euguenia estaba tan histérica cuando llegó que había tardado un rato en calmarla.
—¿Quieres decirme por qué se ha marchado tu marido?
—¡No sé por qué! —contestó ella, petulante.
—Tiene que haber una razón. ¿Por qué tienes miedo de que se haya llevado a los niños para siempre?
—A lo mejor está aburrido de mí... a lo mejor ha conocido a otra mujer. ¡Podría estar inventando mentiras sobre mí para quedarse con la custodia de mis hijos! —exclamó ella, mirándolo de reojo para ver cómo reaccionaba.
—¿Qué mentiras podría inventar?
—Nico ha tenido la cara de decir que soy una mala madre porque dejo a los niños solos con la niñera.
—¿Y es así?
—Sólo han sido un par de fines de semana... y un día que me fui a París.
—¿No podrías haberte llevado a los niños contigo?
—Sólo tengo veinticinco años, Peter. Tengo derecho a vivir un poco, ¿no?
—Y tienes una vida maravillosa. ¿Por que no me dices cuál es la razón para que tu marido se haya ido?
Euguenia sacudió la cabeza.
—No quiero que me eches un sermón. —No lo haré.
—Muy bien... he tenido una aventura.
Atónito por aquella admisión, Peter apretó los labios.
—¿Estás enamorada de ese hombre?
Euguenia levantó los ojos al cielo.
—Sólo ha sido una aventura. No puedo creer que Nico le dé tanta importancia. Como si fuera normal romper un matrimonio por una cosa así.
—Yo lo haría si fueras mi esposa —dijo Peter entonces.
—Tú eres griego, así que no cuentas. Ya sé que estás enfadado conmigo, pero necesito que convenzas a Nico... Él te respeta mucho, Peter.
—¿Cuánto ha durado esa aventura?
Su hermana apartó la mirada.
—Supongo que es mejor que te lo cuente yo... porque si no lo hará mi marido. Ha habido más de una.
Peter la miró, sin poder disimular el desdén.
—Yo no puedo evitar que los hombres me encuentren irresistible —
intentó defenderse Euguenia.
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