—Pues aquí hay mucho de eso —sonrió Lali—. Es una casa enorme. ¿Cuántas habitaciones tiene?
—Más de una docena. Pero yo tengo una familia muy extensa. Cuando vengan de visita, habrá sitio para todos.
Lali miró el artesonado del techo, la enorme chimenea de piedra, que tenía marcada una fecha del siglo XVI. Era fascinante.
—Es tan antigua... y, sin embargo, la han conservado muy bien.
Peter decidió que lo había conseguido; ella estaba reaccionando exactamente como esperaba. Hope exploró cada rincón de la casa, entusiasmada. Cuando llegó a los baños, todos con antiguas bañeras, se quedó sin adjetivos.
—¿Crees que debería comprarla?
—Sí, desde luego que sí. Es fantástica.
Peter empujó la puerta de hierro que daba al jardín.
—Cierra los ojos. Tengo una sorpresa para ti.
Lali hizo un gesto de asombro, pero obedeció, divertida. Cuando volvió a abrir los ojos, vio una carpa en medio del jardín. Bajo la carpa, una elegante alfombra persa cubierta por cojines de seda. A su lado, una cesta de mimbre con una vajilla de porcelana y copas de cristal francés... todo lo necesario para un almuerzo en el campo. Un almuerzo estilo Lanzani, naturalmente, tan perfecto en su presentación que tenía la sensación de estar en las páginas de una revista.
—Menuda sorpresa.
—Quería hacer algo especial para ti, pedi mu.
En ese momento sonó su móvil. Era Gaston.
—Hola, Gaston —murmuró Lali, dándose la vuelta.
Llamaba para darle la enhorabuena por la oferta que le había hecho Leonie Vargas.
—Muchas gracias. ¿Puedo llamarte más tarde? Ahora mismo no puedo hablar.
Cuando guardó el teléfono, el silencio de Peter estaba cargado de hostilidad. Campbell tenía que llamar en el peor momento. ¿Iba a tener que soportar al ex novio toda la vida? Pero se recordó a sí mismo que Lali era amable con todo el mundo.
—Vamos a comer —sugirió entre dientes.
Lali tomó un zumo de fruta y, mientras comían, le contó cómo era Leonie Vargas en persona, cómo era su taller y las ilusiones que había puesto en ese trabajo.
Después, se tumbaron sobre la alfombra para disfrutar de la paz de aquel maravilloso jardín.
—Acércate un poco más —murmuró Peter, ofreciéndole su mano.
Un escalofrío de deseo la recorrió. Era un deseo prohibido pero, después de un segundo de vacilación, Lali aceptó su mano.
—Cásate conmigo y hagamos de Knightmere nuestro hogar —dijo Peter entonces, mirándola a los ojos.
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