Thursday, September 17, 2015

capitulo 10

-Tome la próxima salida. Hay un hotel allí. Haremos una parada para descansar.
-¿Es una parada programada? -preguntó Lali.
-No tengo programado nada para este fin de semana. No estoy trabajando.
Lali imaginó el desconcierto que se produciría en el coche de los guardaespaldas cuando vieran que la limusina se desviaba de la ruta y sonrió. Evitó mirar a su pasajero. A sus veinticinco años, era consciente de que era una tontería soñar con un hombre al que apenas conocía.
Llegaron a un acogedor, hotel rural y Lali se bajó y le abrió la puerta del coche.
-Odio estar encerrado en un coche durante horas -dijo Peter con su voz profunda-. Tomaremos un café.
Lali lo miró alarmada.
-Gracias, señor, pero me quedaré esperándolo en la limusina -repuso Lali levantando la barbilla para mirarlo directamente a los ojos.
-No se trata de una invitación, es una orden.
Sin saber qué hacer, ella le mantuvo la mirada durante unos segundos que se le hicieron interminables. Sintió que se ponía colorada y bajó la vista. Quizás aquel descanso era una manera de asegurarse de que su chófer se mantenía alerta. Eso tenía sentido. Cerró el coche y lo siguió.
El jefe de su escolta corrió a toda prisa hacia ellos. Peter le dijo algo en griego. Fue breve, pero enseguida el guardaespaldas se quedó impávido, dijo unas palabras que Lali interpretó como de excusa y Se alejó.
Una vez dentro del hotel, Lali se sintió incómoda. Aquel sitio parecía una lujosa casa de campo y se sintió fuera de lugar. Peter se desenvolvía como si llevara allí toda la vida.
-Siéntese conmigo -le dijo a Lali, indicándole con la mano que se sentara en el sillón que había junto a la gran chimenea de mármol.
Ella fijó su mirada en el fuego.
-No creo que sea apropiado, señor -respondió.
-Deje que yo me preocupe de lo que es adecuado.
-Si esto es un descanso en mi trabajo, entonces estoy en mi tiempo libre y tengo derecho a hacer lo que quiera.
-Lo único que le pido humildemente es que se tome un café conmigo.
¿Humildemente? Lali se contuvo para evitar estallar en carcajadas. Por su porte y la seguridad en sí mismo con la que se comportaba, era evidente que aquel hombre no conocía lo que era la humildad. ¿Por qué insistía tanto en la invitación?
¿Qué pretendía?
-¿Por qué? -preguntó y levantó la cabeza. Sus ojos brillaban con suspicacia.

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