Wednesday, September 9, 2015

capitulo 11

Cuando terminó de preparar los cuartos, empezó a lavar los cacharros de la cena, casi se dormía de pie, por lo que cuando Agustin entró en la cocina y quiso saber dónde se encontraba Maisie, Lai tuvo que contar hasta diez antes de responderle con cierta calma.
-Agustin, ya es muy tarde. Hace horas que le dije que se fuera a su casa.
-Entonces deja eso. Es hora de que hablemos.
-Lo siento -expresó Lali al dejar sobre el fregadero el último plato y secarse las manos-, estoy muy cansada y me voy a dormir.
Agustin apretó la boca con exasperación, su respuesta fue pronunciada con tono condescendiente.
-Todos estamos cansados. Ha sido un largo día.
-¿Ah, sí? -preguntó ella con indignación-. ¿Me ayudó alguno de vosotros en algo? Sandra y tú habéis llegado hace dos días y no habéis hecho una sola cosa -contestó Lali-. Yo no me he sentado a tomar el té, sino que lo he servido. Y no me casaría contigo ni aunque me lo rogases de rodillas. El plan te ha fallado, Agustin. Buenas noches -se despidió con voz temblorosa, estaba decídida a no volver a permitir que alguien se aprovechara de ella.
Recordaba que la asistenta social que la fue a entregar hacía trece años, le aseguró que era una niña muy afortunada por tener una familia y la posibilidad de vivir en una gran casa en la que «se divertiría mucho». Pero nunca se había sentido tan sola y desvalida. Las cosas no habían cambiado mucho ahora que era una mujer adulta, pero tenía que hacer un esfuerzo para luchar por sí misma, pensó mientras se disponía a acostarse.
-Me encargaré de que no quedes desprotegida -le había asegurado Adam con tono piadoso hacía unas cuantas semanas.
¿Pero con qué derecho se levantaba él de la tumba para exigirle que se casara con Agustin, cuando ni ese hombre ni su hermana se habían dignado nunca ayudarla a cuidar a su abuelo enfermo? Sin embargo, todos ellos tuvieron tiempo de asistir al funeral.
Además, ahora, el futuro de Maisie y Sam dependía de lo que ella decidiera hacer. De pronto, la lunática idea que había tenido antes, dejó de parecerle algo tan difícíl.
Las manos le temblaban mientras se abrochaba la bata. ¿Iba a permitir que, después de tantos años de leales servicios, se fueran los Morley de esa casa sin un solo centavo? Si se le hubiese permitido estudiar una carrera, para secretaria o algo así, entonces podría trabajar y estaría capacitada para ayudarlos económicamente. Y si a la gente cualificada le resultaba difícil encontrar trabajo, con más razón a alguien desprovisto de conocimientos. ¿Y Benjamin? Su despido no lo había ayudado en nada. Lo peor era que éste había sido completamente injusto. Si se casara con Peter, cumpliría con los términos del testamento. A él no el costaría nada, y para los demás implicados sería la salvación.
¿Y si intentara comunicarle a Peter su idea? No perdería nada con ello. Por lo
tanto, armada de valor, salió de su habitación y recorrió el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de Peter, a la que llamó. La tranquila respuesta de él la animó a entrar.

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